viernes, 26 de noviembre de 2010

SIN TÍTULO


Estaba esperándome donde habíamos quedado, me subí al coche y arrancó. "¿Hiciste lo que te pedí?!-me preguntó sin apartar la mirada de la carretera, "averígualo"-le contesté. "Súbete el vestido"-me dijo mirándome de reojo. Puse las manos en mis muslos y muy lentamente fui subiendo hasta la cadera el vestido rojo que llevaba puesto dejando que comprobara que no me había puesto tanga tal y como me había dicho. "Mmmm, eso me gusta. Acaríciate" Puse mi mano sobre mi sexo perfectamente depilado y rocé suavemente los labios. Separé más las piernas para poder descender hasta introducir un dedo en mi vagina. Apoyé la cabeza en el reposacabezas y, mordiéndome el labio inferior, dejé escapar un gemido. Cerré los ojos mientras me acariciaba y movía el dedo dentro de mí para sentir cómo me envolvía el placer e iba aumentando poco a poco. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo desde mi interior intensificándose con cada movimiento. El coche paró en un semáforo y él aprovechó para mirar cómo me masturbaba. Apartó mi mano para acariciarme él. Movió suavemente sus dedos sobre mi clítoris de un lado a otro excitándome aún más. "Méteme los dedos dentro"-le pedí. Los coches empezaron a pitar y tuvo que arrancar pero no apartó su mano. "Qué húmeda estás"- me dijo cuando introdujo sus dedos. Los sentía dentro de mí moviéndose de dentro a fuera, resbalando por las mojadas paredes de mi vagina. "Me gusta más cuando lo haces tú" -susurré con voz ronca dejándome llevar por el placer. Volvió a acariciarme los labios suavemente, sólo rozándolos, casi sin tocarlos pero rápidamente. "Mmmmm, sigue, no te pares" -le pedí mientras se aceleraba mi corazón. "Sigue, sigue", mis musculos se tensaron. "Dímelo"-me ordenó,"dilo". "Me corro, no te pares, me estoy corriendo" -le dije. Apartó su mano y llevó sus empapados dedos hacia su boca para chuparlos "Qué rica estás"-dijo, "tengo ganas de que lleguemos y comértelo". Me acerqué a él para besarlo y puse mi mano en su entrepierna. "Quiero chupártela" -le dije al oído mientras desabrochaba uno a uno los botones de su pantalón y se la sacaba. Era enorme, grande, gorda y dura. La lamí humedeciéndola con mi saliva, fui besándola todo a lo largo hasta llegar a la punta y la metí en mi boca. "¿Te gusta chupármela? -me preguntó excitado. "Sí"-le respondí. "¿Alguna vez habías chupado una tan grande?", "sabes que no", en mi vida había visto una así, salvo en películas porno claro, y ¡cómo me gustaba!. Le chupé la punta jugueteando con mi lengua al rededor de ella, acariciándola, succiónándola, lamiéndola, besándola... "¡Mmm!, ¡qué bien lo haces!", "¿Sí?, ¿te gusta cómo te la chupo?", "sí" -respondió y seguí haciéndolo, metiéndola cada vez más, hasta donde podía. Con la mano iba acompañando los movimientos de mi cabeza acariciándosela con firmeza. "Para"-me dijo, acabábamos de llegar al motel.


Por fin llegamos a la habitación, era sencilla pero acogedora, estaba pintada de azul, tenía una gran cama cubierta por una colcha a rayas marrones, azules y beige, con un escritorio a los pies y un espejo en la pared. Pero lo mejor que tenía era la bañera de hidromasaje, quise llenarla de agua para meternos dentro pero él no me dejó, "después"-dijo. Fuimos desnudándonos mientras nos besábamos y nos acariciábams y me tumbé en la cama. Me contempló ahí tumbada, completamente desnuda y esperándolo ansiosa. Separé mis piernas para que viera mi sexo caliente y húmedo. Se colocó en medio y lo acarició. Acercó su cara y lo lamió lentamente con toda la lengua chupando el clítoris cuando llegó a él. Lamió los labios y los besó succionándolos delicadamente. Metió su lengua dentro de mi vagina lamiéndola por dentro y saboreándola. Se puso de rodillas entre mis piernas, me cogió por la cadera y me levantó colocándola encima de sus piernas. Colocó su pene en la entrada y empujó suavemente para que fuera entrando poco a poco. "¡Oh, sí!" -gemí, "¡eso es, quiero sentirla dentro!", "¿te gusta que te la meta?"-me preguntó. Se movía lentamente metiéndomela hasta el fondo, apoyó sus manos en el colchón para penetrarme más y yo moví mis caderas acercándolas más a su cuerpo. Empecé a moverme más rápido sintiendo su pene dentro de mí, empujando contra mi vagina, excitándome con cada embestida, con cada penetración. golpeándome dentro con fuerza. Más y más rápido, más y más fuerte, mis gemidos se intensificaban al mismo tiempo. Me agarré a sus antebrazos rodeándolos con mis dedos y apretando mientras me dejaba llevar por el placer. "¿Lo trajiste?"-me preguntó deteniéndose. "Está en el bolso"-le dije. Se levantó y sacó de él un vibrador. Lo encendió y acarició mis muslos con él subiendo. Él se colocó a un lado y mientras introducía el vibrador en mi cuerpo yo se la chupaba a él. Le gustaba mirar mientras me lo metía y a mí me ponía que me mirase. Se separó, me puso boca abajo y se puso detrás de mí, yo separé más mis muslos y me acerqué a él, buscándolo, pidiéndole que me penetrara. Puso su pene en mi ano e intentó meterlo, con una mano separé mis nalgas para que entrara mejor. Lentamente fue metiéndomela, "¡mmmm!,¡cómo estás!"-exclamó, "¡cómo me gustaría que pudieras verte desde aquí!". Me aproximé a sus caderas pegándome a su cuerpo, "fóllame"-le dije. Me agarró y me penetró con violencia, "¡oh sí!, ¡así!". Puso una mano en mi hombro y otra en mi cadera empujándome hacia él y siguió metiéndomela mientras jadeaba y gemía. Agarró el vibrador y me lo acercó, "métetelo". Sin que él se moviera me lo introduje en la vagina, estaba muy estrecha y me costó hacerlo pero poco a poco fui consiguiéndolo. Cuando lo logré él empezó a moverse otra vez pero con más suavidad y yo movía el vibrador metiéndomelo y girándolo. Mi mano golpeaba mi clítoris con cada penetración y cuanto más me excitaba más rápido me movía y más fuerte era cada embestida. Mis gemidos iban aumentando de intensidad a medida que aumentaba mi excitación, el roce con el clítoris, la vibración en mi vagina y su pene en mi culo hacían que el placer fuese tal que no pude evitar gritar, "grita más fuerte"-me dijo, "quiero que todos se enteren de lo mucho que disfrutas con mi polla". Se acercaba, notaba cómo aumentaba de intensidad, cómo invadía mi cuerpo, quería más, más fuerte, más rápido, más profundo, más, más, más... apreté mis puños cerrando con fuerza, arqueé la espalda echando mi cabeza hacia atrás y dejé escapar un fuerte grito mientras todos mis músculos se tensionaban. Él se salió, me giró y se corrió encima de mi, su semen caliente resbalaba por mis pechos y mi vientre, había llegado incluso a mi pelo. Me quedé tumbada en la cama mientras él iba al baño, cuando salió cogió la ropa y empezó a vestirse, "¿nos vamos ya?"-le pregunté, "sí"-me contestó, "tengo que estar en mi casa dentro de media hora".

VENGANZA


Habíamos quedado en el hotel a las 10 pero yo quería llegar antes para prepararlo todo, le había prometido una sorpresa y estaba segura de que lo sorprendería. Lo había conocido una noche que había salido con una amiga. Creíamos que la que le gustaba era ella porque no dejaba de mirarla pero sin embaro se acercó a mí. Estuvo toda la noche hablando conmigo, contándome cosas de él, preguntándome por mí y al final me acompañó a casa y se despidió sin más. Creí que no iba a volver a saber nada más de él pero unos días más tarde me llamó para tomar un café. Durante varias semanas me llamaba habitualmente para quedar conmigo pero sin ir más allá, hasta que un día se lanzó. Lo había invitado a mi casa como otras veces, pero en esta ocasión se mostró bastante más cariñoso. Me pidió que me sentara junto a él en el sofá, me abrazó y empezó a acariciarme mientras hablábamos. Me sentía tan a gusto entre sus brazos que no quería moverme de allí nunca más. No sabía muy bien cómo pero había pasado de verlo como un posible ligue ocasional a ser alguien muy importante en mi vida, luchaba contra ese sentimiento porque estaba convencida de que él no me correspondía pero allí tumbada junto a él mientras me acariciaba empecé a soñar. Sus caricias pronto dejaron paso a suaves besos en el cuello y la cara hasta que se detuvo en mis labios. Me besó suavemente casi como si me acariciase. Llevaba tanto tiempo deseando ese beso que no pude esperar más, me senté encima de él subiéndome la falda y lo besé apasionadamente. Se sorprendió pero en seguida reaccionó deslizando sus manos por debajo de mi camiseta acariciándome la espalda. Desabroché su camisa mientras él iba bajando sus manos hasta llegar a mi culo. Me quité la camiseta y se quedó mirando mis pechos antes de empezar a besarlos. Me quitó el sujetador y acarició con su lengua mis pezones chupándolos y mordiéndolos suavemente. Moví mis caderas pegándolas a las suyas presionando suavemente sobre su pene, sintiéndolo debajo de mi, contra mi clítoris. Me moví lentamente excitándolo y excitándome mientras nos besábamos y nos acariciábamos. Desabroché su pantalón y bajé el bóxer dejando ver su grueso pene ya erecto. Lo acaricié delicadamente y, apoyándolo sobre mi tanga, lo froté contra mis labios humedecidos. Él deslizó su mano por debajo del pequeño trozo de tela y lo apartó para sentir el contacto de la suave piel sobre su pene. Lentamente lo introduje dentro de mi vagina sintiendo cómo se iba abriendo poco a poco a su paso. Pegué mi cuerpo contra el suyo y empecé a moverme rozando su piel con la mía, acariciando su torso con mis pechos, presionando mi clítoris contra su vientre y metiendo su pene cada vez más adentro. Mis caderas iban aumentando el ritmo, acelerando con cada embestida, cada vez me excitaba más y más al oir sus jadeos y sus gemidos, sintiéndolo dentro de mí, penetrándome, acariciándome, besándome... Cuando notó que yo llegaba al orgasmo gritó dejando que el placer nos invadiera a los dos al tiempo recorriendo nuestros cuerpos, nuestros músculos, cada fibra de nuestro ser. Nos quedamos abrazados acariciándonos y besándoos.


Después de ese día seguimos viéndonos, salíamos con mi amiga y con sus amigos y acabábamos en mi casa. Cada vez me sentía más unida a él, no era sólo atracción sexual, había más, me sentía muy bien con él, era muy divertido e inteligente y me gustaba estar con él, hasta que un día me llamó mi amiga y me dijo que el día anterior él la había llamado para tomar un café y acabaron en su casa acostándose juntos. Por lo visto él había tenido la iniciativa y le había dicho que le gustaba desde el primer día pero que la había visto inalcanzable y que por eso no le había dicho nada. Yo no entendía nada, ¿y yo?, ¿qué había sido yo? ¿una forma de llegar a mi amiga? ¿se había acostado conmigo para acercarse a ella?, ¿quién podía ser tan cabrón? ¿cómo alguien podía caer tan bajo y jugar así con los sentimientos de la gente?, sólo tenía que haberme dicho que le gustaba ella y yo lo habría ayudado, no tenía que engañarme, hacerme creer que yo le gustaba, que le atraía, que estaba conmigo porque quería... Durante unos días mi cabeza no paró de dar vueltas, tenía que hacer algo, decírselo, echárselo en cara, dejarlo, enfadarme, odiarlo, vengarme. Venganza, eso era lo que realmente quería. Lo planeé todo cuidadosamente, en mi mente imaginaba la situación una y otra vez hasta lograr atar todos los cabos. Por fin había llegado el día. Lo llamé para quedar con él, fingí no saber nada y le dije que quería darle una sorpresa, que había planeado una noche muy especial para él. No pudo decir que no, la intriga y la excitación eran más poderosas que su deseo por mí.


Cuando llegué a la habitación del hotel lo dispuse todo rápidamente. Primero me quité el vestido y me quedé en ropa interior, llevaba un sujetador y un tanga rojos y medias negras con zapatos de tacón de aguja, lo que más le ponía a él. Puse el vestido en un sillón que estaba al lado de la puerta junto con mi bolso y encima de una de las mesitas de noche coloqué dos foulards perfectamente doblados. Me tumbé en la cama y esperé a que llegara. Fue muy puntual, algo no muy frecuente en él y fui a abrirle la puerta con mi lencería y mis zapatos. Se quedó perplejo cuando me vio, Quiso llevarme directamente a la cama pero lo detuve. Nos quedamos de pie junto a la puerta besándonos y acariciándonos. Fui quitándole la ropa prenda a prenda mientras la iba colocando cuidadosamente sobre el sillón. Me alejé de él y me tumbé en la cama. "Ven" -le susurré. Se acercó a mí completamente excitado, se tumbó encima de mí y me besó. Fue descendiendo lentamente por mi cuello y por mis pechos, apartó el sujetador para lamer mis pezones y siguió bajando por mi vientre hasta mi tanga. Me besó por encima de la tela dejando que notara su cálido aliento a través del encaje. Con una mano lo apartó mientras con la otra acariciaba mis muslos separándolos para acceder mejor. Acarició con la punta de la lengua los labios abriéndolos para llegar al clítoris y jugueteó con él golpeándolo suavemente. Apreté los puños agarrando la colcha y dejé escapar un gemido. Introdujo un dedo dentro de mi vagina y otro en mi ano penetrándome y chupándome el clítoris al mismo tiempo. Mis piernas se tensaron, arqueé la espalda mientras me dejaba llevar por el placer intenso. Me aparté y me giré poniéndome boca abajo sobre mis rodillas dejando que me penetrara. Acarició con su pene los labios antes de metérmelo dentro. Junté las piernas apretándolo para sentirlo más aún. Me agarró por las caderas atrayéndome hacia él y moviéndolas al mismo ritmo que él. Sus gemidos eran cada vez más intensos, de repente paré y me aparté, él intentó agarrarme para seguir pero no le dejé. "Espera"-le dije, "quiero hacer una cosa". Le dije que se tumbara y me puse encima, "Quiero atarte"-le dije mientras cogía un foulard. Junté sus manos por encima de su cabeza y las até por las muñecas a los barrotes del cabecero de la cama. Lo besé "¿asustado?" le pregunté. Movió la cabeza de un lado a otro y me devolvió el beso. Cogí el otro foulard y lo puse sobre su boca amordazándolo. Bajé para colocarme encima de sus caderas y acaricié mis pechos, deslicé una mano por mi cuerpo deteniéndome en mi sexo y empecé a masturbarme mientras él miraba. Aparté el tanga para que pudiera ver mis labios hinchados, encarnados y húmedos mientras introducía mis dedos en mi vagina y acariciaba mi clítoris. Continué mientras iba excitándome, el ligero cosquilleo dio paso al estremecimiento, el placer iba aumentando, recorriendo mi cuerpo como una ola que me cubriese por completo estrellándose contra mí. Cuando me relajé agarré su pene, acerqué la punta a mi ano y lo introduje. Empecé a moverme excitándolo, primero lentamente para ir aumentando poco a poco el ritmo, observaba sus reacciones, su respiración, sus jadeos, la tensión de sus músculos y antes de que llegase al límite paré y me levanté. Se quedó desconcertado, intentó hablar pero no pudo. Me dirigí al sillón y cogí mi vestido, me lo puse lentamente mientras él intentaba desatarse tirando del foulard pero lo único que conseguía era apretar más el nudo. Cogí su ropa junto con su cartera, su móvil, las llaves y mi bolso, me giré hacia él, le dije "Ahora llámala para que venga a desatarte" y me fui. Salí del hotel con sus cosas en la mano, pensé en tirarlas en un contenedor pero preferí mandárselas por correo a su casa, no quería que me denunciara por robo.

martes, 14 de septiembre de 2010

REGALO DE CUMPLEAÑOS


Yo sabía que ella siempre le había gustado desde el dia que se la presenté en aquella discoteca pero estaba segura de que nunca había pasado nada entre ellos. Llevábamos 7 años casados y dos saliendo juntos y no tenía ninguna duda respecto a su fidelidad, por eso había decidido hacerle un regalo de cumpleaños muy especial. Llevaba tiempo planeándolo, tanteando a mi amiga para ver si estaría dispuesta a hacerlo. Al principio no parecía estar muy convencida, decía que eso podría afectar a nuestra amistad y a mi matrimoio pero en ningún momento dijo que no quisiera así que sabía que tarde o temprano la convencería, sólo tenía que demostrarle que, pasara lo que pasara, no me enfadaría con ella. No me costó mucho lograrlo, aceptó mis condiciones y planeamos la sorpresa.

La noche de su cumpleaños le preparé una romántica cena para dos en casa. Cociné sus platos preferidos y me puse mi vestido más sexy. Todo estaba perfecto sólo quedaba esperar a que volviera del trabajo. No tardó mucho y cuando llegó a casa me encontró sentada en el sofá. Me levanté a saludarlo y exclamó "Caramba! estás espectacular!". Rodeé su cuello con mis brazos y lo besé, "feliz cumpleaños cariño". Pasamos al comedor y cenamos. se nos pasó el tiempo volando y cuando quise darme cuenta ya había llegado el momento, estaba un poco nerviosa, no sabía cómo iba a reaccionar ante mi "regalo" aunque confiaba en que le gustaría y tampoco sabía cómo iba a reaccionar yo, a veces las ideas pueden parecer muy buenas pero una vez que las llevas a la práctica dejan de serlo. Nos levantamos de la mesa, lo agarré de la mano y lo conduje a nuesro dormitorio. "Es aquí donde me vas a dar mi regalo?" -me preguntó. Le puse un dedo en los labios, "shhhh" y lo empujé hacia la cama. Lentamente fui quitándole la ropa, él intentaba besarme y acariciarme pero yo no le dejaba, cada vez que me abrazaba me apartaba y le quité cada prenda hasta dejarlo completamente desnudo. Se tumbó en la cama y salí de la habitación. Mientras cenábamos le había dado una perdida a mi amiga, era la señal, tenía que salir de su casa y venir a la mía, así, cuando todo estuviera listo, estaría esperando en su coche a que le abriera la puerta. Estaba guapísima, seguro que a él le gustaría, fuimos juntas a la habitación, abrí la puerta y entré. "Creí que te habías escapado"-me dijo, "fui a por tu regalo" -le contesté y dejé que ella entrara. Se sorprendió tanto que no sabía qué hacer ni qué decir y temí que no quisiera entrar en el juego, me tumbé a su lado y lo besé, "¿no quieres tu regalo?" -le pregunté, "si estás segura sí". Mi amiga se tumbó del otro lado y empezó a acariciarlo. Fue extraño verlo, no sentía celos pero era raro ver a otra acariciando a mi marido. Él la agarró del cuello y la besó, su mano fue bajando muy despacio por encima de su vestido hasta llegar a sus rodillas. Deslizó su mano por debajo de la ropa y fue subiendo rozando sus muslos hasta llegar a su tanga, ella separó las piernas permitiéndole acariciarla mientras seguían besándose. Le quitó el vestido y la ropa interior y se puso encima de ella. Besó el lóbulo de su oreja y bajó por su cuello hasta sus grandes y firmes pechos, los acarició haciendo que mi amiga gimiera de placer, eso lo excitó más aún, con la punta de la lengua jugueteó con sus pezones endurecidos por la excitación, los chupó y los mordió con suavidad, primero uno luego el otro. Continuó acariciándolos, besándolos, disfrutando con el placer que sentía ella, yo sabía que le gustaban los pechos grandes y ese era precisamente mi punto débil. Sin detenerse acarició su cuerpo descendiendo hasta su sexo ya húmedo y caliente, rozó con suavidad su clítoris y metió sus dedos dentro de su vagina. Ella se iba excitando más y más con cada penetración y con cada roce de la palma de la mano, Cuanto más se excitaba ella más rápido se movía él y cuanto más rápido se movía él más se excitaba ella. Sus jadeos y sus gemidos acompañaban el movimiento de su cadera, sus músculos se tensaban, su rostro se desencajó, cerró los ojos y dejó escapar un grito. Ella lo empujó tumbándolo boca arriba sobre la cama y se puso encima de él. Estaba muy excitado, su pene estaba erecto, duro y grande, ella sólo tuvo que agarrarlo y metérselo dentro.


Yo me quedé a un lado contemplándolos y empecé a sentirme incómoda, esa no había sido mi idea, no esperaba que se centrara sólo en ella, parecía gustarle mucho tanto que ni siquiera se acordaba de que yo estaba allí, temía que si me acercaba a ellos y lo acariciaba me apartase o me ignorase, estaba a punto de levantarme e irme cuando se giró hacia mí y me dijo que me acercase. "Quítate la ropa" -me pidió. Fui desnudándome mientras ella movía sus caderas excitándolo, él me miraba, observaba cómo mis dedos rozaban mi piel al quitarme cada prenda y alargó un brazo para acariciarme Me acerqué a él, lo besé y me puse encima permitiendo que me chupara y me lamiera el clítoris. Estaba frente a mi amiga, cara a cara, tan cerca que podía sentir su aliento sobre mi piel. Sus pechos se movían al ritmo de sus caderas, una gota de sudor resbalaba por su vientre hacia abajo, ella se inclinó hacia atrás dejándome ver cómo él la penetraba, se movía deslizándose de arriba abajo sobre su pene humedecido. Yo sentía su lengua moviéndose sobre mis labios, entrando en mi vagina, acariciando mi ano, introdujo sus dedos en el interior excitándome más, los sentía dentro de mí, moviéndose, penetrándome, el placer iba aumentando, sentía cómo me invadía y recorría mi cuerpo. Ella también sentía ese placer, podía ver cómo temblaban sus músculos por la tensión y oía sus jadeos y sus gemidos. Su cuerpo empapado en sudor se relajó y se tumbó en la cama, yo me coloqué entre las piernas de mi marido y agarré con una mano su pene, lo lamí desde la base hasta la punta deteniéndome allí, la acaricié con la lengua lentamente, como a él le gustaba, descendí besándolo, succionando con mis labios todo a lo largo, él gimió cuando yo introduje su pene en mi boca, mientras se lo chupaba mi amiga se acercó a él y empezó a acariciar y a besar su torso, chupó sus pezones y recorrió su tórax con la lengua hasta el ombligo. Yo acaricié sus testículos, los besé y los chupé, descendí acariciando con la lengua hasta su ano. Gritó de placer. Mi amiga agarró su pene y empezó a chupárselo, con su mano acompañaba los movimientos de la boca introduciendo el pene hasta el fondo. Yo continué lamiendo sus testículos y con mi dedo acariciaba su esfínter introduciéndoselo lentamente en su interior. Entre las dos empezamos a lamerle el pene, nuestras lenguas jugueteaban y lo acariciaban, en varias ocasiones se rozaron sin querer pero la excitación hacía que no nos importara, al contrario, nuestros labios estaban tan cerca que casi podía sentirlos, me sorprendí a mí misma deseando besarla. Mi marido nos contemplaba, le gustaba mirar mientras se la chupábamos pero sobre todo le gustaba vernos tan cerca la una de la otra, se excitaba cada vez que nuestras lenguas se tocaban, "Besaros" -nos pidió. Mi amiga y yo nos miramos, no sabía si hacerlo pero ella se acercó a mí y puso sus labios sobre los míos. Eran suaves y tiernos y sus besos eran dulces y delicados, yo le correspondí y los acaricié con mi lengua introduciéndola suavemente en su boca. Me acerqué a ella y me tumbé a su lado, seguimos besándonos y empezamos a acariciarnos tímidamente. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando me la acarició, pegué mi cuerpo al suyo, sentía sus pechos contra los míos, su pierna entre mis piernas, su piel caliente rozando la mía y me gustaba, me excitaba sentirla, besarla, que me besara. Las manos recorrieron nuestros cuerpos, explorando cada rincón, dejándonos llevar por esas nuevas sensaciones, me detuve entre sus muslos, acariciando sus labios húmedos y su clítoris haciendo que se estremeciera. Ella también me acarició. Nuestros dedos se movían excitándonos, los metimos dentro de nuestros cuerpos, podía sentir su calor y su humedad, nuestros jadeos aumentaban de intensidad con cada penetración y nuestras caderas se movían buscando más placer. Mi marido miraba atento cómo nos masturbábamos, se excitaba observando cómo nos dábamos mutuamente placer, contemplaba nuestras manos moviéndose cada vez más rápido y esperó a que acabáramos entre gemidos y gritos. Entonces me giró poniéndome boca abajo y me agarró por las caderas levantándomelas y acercándolas a él. Separó mis glúteos con las dos manos y puso su pene en el ano para introducirlo lentamente. Lo busqué acercándome a él haciendo que me penetrara más, metiéndolo hasta el fondo, como a mí me gustaba. Mi amiga se puso debajo de mí, colocando su sexo cerca de mi cara. Podía olerlo, veía sus labios húmedos, encarnados y calientes deseando ser tocados. Me aproximé y con mi lengua los acaricié suavemente esperando a ver su reacción, ella se acercó a mí para que continuara y lo hice, volví a acariciarla pero esta vez más profundamente, pasé toda mi lengua por su sexo muy despacio notando su sabor salado. Mientras él me penetraba yo lamía y chupaba su clítoris y sus labios. Los tres gemiamos y jadeábamos, nuestra respiración era entrecortada y nuestros corazones latían con fuerza. El sudor empapaba mi espalda haciendo que se pegara a ella mi pelo. Aumentaba el placer, los tres nos dejamos llevar por una pasión sin freno, la excitación, los besos, las caricias, el sudor, el olor, los sonidos, el calor, el deseo, todo nos envolvía y nos llevó a un intenso placer que sacudió nuestros cuerpos y detuvo nuestra respiración. Los tres nos tumbamos en la cama sintiendo cómo ese placer se iba apagando poco a poco, relajándonos y recuperando la respiración. Abracé a mi marido, lo miré a los ojos y le sonreí, no me hacía falta preguntarle si le había gustado el regalo, su cara lo decía todo. Me besó y me dijo "eres la esposa que todo hombre desearía". Permanecimos así un largo rato hasta que mi amiga se vistió y se fue a su casa.

domingo, 29 de agosto de 2010

DESDE HACE TANTO TIEMPO


Ella se levantó de la silla y, con sus brazos, rodeó su cuello para continuar besándolo. Sus cuerpos se pegaron el uno contra el otro y sus manos los recorrieron por encima de la ropa. Ella le desabrochó los botones de la camisa, él le quitó la camiseta dejando ver su sujetador de encaje rojo y negro, acarició sus pechos y los besó mientras ella le desabrochaba el pantalón. Pasó su mano por encima del calzoncillo notando cómo se iba endureciendo su pene. Besó su pecho descendiendo lentamente hacia su abdomen y bajó el bóxer dejando al descubierto su gran pene, lo agarró con una mano y lo acarició primero suave y lentamente para ir aumentando poco a poco la intensidad. "Mmmm, ¡qué bueno!" -exclamó él. Le quitó el sujetador y, agarrándola por la cintura la sentó en la mesa. Ella se reclinó hacia atrás tumándose completamente, él le desabrochó el pantalón y se lo quitó contemplando su cuerpo casi desnudo. Acarició sus firmes pechos e, inclinándose sobre ella los besó, lamió sus endurecidos pezones y los chupoó apasionadamente. Ella separó las piernas para dejar que rozara el tanga con su cuerpo desnudo, movió su cadera excitándose al notar el contacto de su cuerpo sobre su clítoris. Él descendió por su vientre besando su piel suave y blanca hasta llegar al encaje que aún tapaba su sexo, pasó su lengua sobre él dejando que sintiera su cálido aliento, y deslizando un dedo por el borde se lo quitó. Con sus dedos acarició sus húmedos labios haciendo que gimiera de placer. Introdujo un dedo dentro de su vagina y con la lengua acarició su clítoris. Ella posó las manos en su cabeza agarrando su cabello y acercándolo más a su cuerpo. Él continuó lamiéndo sus labios, chupándo su clítoris y acariciando con su dedo el interior de su vagina, aumentó el ritmo haciendo más intenso el placer. Sus gemidos y sus jadeos hacían que él se excitara más, Cada vez estaba más húmeda, sentía cómo sus dedos se empapaban. Estaba caliente y suplicaba más, quería que siguiera, no podía reprimir los gritos, él aceleró aún más, notó cómo se contraían las paredes de su vagina, siguió penetrándola mientras se estremecía y se agitaba. Siguió lamiendo sus labios sintiendo su sabor. Sólo cuando ella se relajó completamente se detuvo.


No sabía cómo había sucedido. Álex era el Don Juan del hospital. Éste era su último año de residencia juntos aunque nunca habían tenido mucho trato. Ella no era el tipo de mujer con la que solía relacionarse. Alto, atlético, guapo, inteligente, divertido no era la clase de hombre que solía fijarse en ella y, además, acostumbraba a estar demasiado ocupado con el resto de compañeras del hospital como para perder el tiempo con ella. Según los rumores tenía una relación con una médico casada pero eso no impedía que tonteara con otras, aunque nunca lo había hecho con ella. Sin embargo hacía unos días que se mostraba muy atento y simpático, la tenía muy despistada, no entendía ese cambio de actitud, no había pasado nada especial, tan sólo que habían comido juntos un día y desde entonces desplegaba todos sus encantos cada vez que la veía, quien sabe, quizás su amena conversación lo había cautivado. Esa mañana había ido a pedirle ayuda para un trabajo que tenía que hacer, ella aceptó ayudarle y quedaron para más tarde. Cuando llegó ya la estaba esperando frente al ordenador, le dijo que se sentara ya que ella era la que controlaba de informática y él se quedó detrás, muy cerca, rozando su pelo, apoyando la mano en su hombro. "Me gusta tu perfume" -le dijo, pero ella siguió trabajando como si no se diera cuenta de lo que estaba intentando. Él se acercó más, pegó el cuerpo a su espalda y acarició su larga melena muy suavemente, muy lentamente. Ella empezaba a ponerse nerviosa, ¿qué estaba haciendo?, ¿qué pretendía?, ¿por qué ahora? ¿por qué ella?. "Te veo muy tensa" -le dijo poniendo las manos sobre sus hombros y masajeándolos por encima de la camiseta. Tenía unas manos fuertes y vigorosas que lograron excitarla tan sólo con sentir su contacto. Apartó su pelo dejando al descubierto su blanco cuello y lo besó tiernamente,. Sus cálidos y húmedos besos lo recorrieron desde la oreja hasta el hombro. "Así no voy a lograr concentrarme en el trabajo" -le dijo ella conteniendo la respiración, "pues concéntrate en mí" -le contestó él. Ella giró la cabeza buscando ansiosa sus labios para besarlos.


Su agitada respiración aún no se había calmado cuando él se tumbó sobre ella y la besó introduciendo la lengua en su boca, acariciando sus dientes con ella y explorando cada rincón. Ella acarició su espalda hasta que él agarró sus muñecas contra la mesa inmovilizándola. Besó su cuello con furia, bajó hasta sus pechos y los mordió apasionadamente. Se incorporó y, agarrándola por la cadera, la arrastró hasta el borde de la mesa, puso sus manos en sus muslos separándo las piernas y miró cómo la penetraba. Ella sintió cómo se adentraba en su cuerpo, notaba su pene empujando lentamente, entrando cada vez más, completamente, hasta el fondo. La sacó y volvió a meterla despacio mirando sus labios húmedos e hinchados, rojos y calientes. Ella movió su cadera acercándose a la suya, él empezó a moverse al mismo compás, embistiéndola con fuerza mientras miraba su rostro. En sus ojos se reflejaba el deseo, su boca entreabierta pedía más y aumentó el ritmo, empezó a moverse más rápido, golpeando su cadera contra la de ella, sus pechos se movían con cada empujón, "Más, más fuerte" -le pedía y él la complació. El ritmo era frenético, sus cuerpos se dejaban llevar por el intenso placer mientras los gemidos y jadeos se sucedían sin poder reprimirlos. Gotas de sudor corrían por su piel. Él colocó sus dedos en su clítoris haciendo que su cuerpo se tensara, arqueó la espalda dejando escapar un grito "no te pares" -le gritó, "Si, si, quiero correrme contigo" -dijo él sin dejar de penetrarla. Los dos dejaron escapar un grito, sus músculos se contrajeron, su respiración se detuvo y dejaron que cada parte de su cuerpo disfrutara plenamente. Él se echó hacia delante para quedar tumbado encima de ella intentando recuperar su respiración y mientras se besaban dulcemente y se acariciaban el uno al otro. "Menudo polvo".

jueves, 26 de agosto de 2010

DOS DESCONOCIDOS


Necesitaba urgentemente un vestido para una boda, como de costumbre lo había dejado para el último momento y ahora no encontraba nada que le gustara. Había ido a esos grandes almacenes pensando que ahí habría algo perro después de tres horas buscando y 10 vestidos probados empezaba a pensar que no lo iba a encontrar. Le dolían los pies y estaba aburrida así que decidió ir a la cafetería a tomar algo y a descansar un poco. Llevaba unos minutos sentada cuando vio entrar a un hombre realmente atractivo. Cuando pasó a su lado se cruzaron sus miradas y él le sonrió. Acabó de tomar el café y volvió a buscar el dichoso vestido. De pronto se fijó que en la sección de caballero estaba el hombre de la cafetería mirándola fijamente. Ella le sonrió y él le devolvió la sonrisa. Tenía una mirada penetrante y seductora y una sonrisa cálida y sensual. Siguió buscando entre la ropa intentando tranquilizarse, no sabía por qué pero se había puesto muy nerviosa cuando le devolvió la sonrisa. Se alejó un poco pensando que así la perdería de vista y se iría pero cuando menos lo esperaba se le acercó por la espalda y con una voz grave y susurrante le dijo al oído: "Te espero en los baños dentro de 5 minutos". El corazón le latía con fuerza dentro de su pecho, no podía creer lo que estaba ocurriendo y tampoco podía creer lo que iba a hacer, ir a los baños. Nunca había hecho algo así antes pero la excitaba la sola idea de hacerlo.

Cinco minutos después se dirigió a los aseos. El atractivo hombre la estaba esperando dentro, sonrió al verla , la agarró de la mano y entraron en el de hombres. La empujó contra la pared, cerró la puerta y la besó apasionadamente. Sus manos acariciaron su cuerpo por encima de la ropa mientras con su lengua exploraba su boca. Ella, tímidamente, empezó a acariciarle la espalda deslizando sus manos por debajo de su camisa. Al principio estaba nerviosa por si entraba alguien y los oía pero a medida que aumentaba su excitación fue olvidándose de dónde estaban. Él besó su cuello, con una mano bajó el tirante de la camiseta y siguió besándola hasta el hombro. Ella besó el lóbulo de su oreja y lo mordió suavemente notando cómo se excitaba. Él subió su falda y ella bajó sus manos hasta sus firmes glúteos apretando su cadera hacia la suya. Notó su duro pene contra su clítoris y gimió de placer. "Quiero que me la chupes" -le susurró al oído con voz ronca. Ella se sentó en la tapa del váter y le desaabrochó el cinturón y los botones del pantalón dejando que se cayera hasta los tobillos. Llevaba unos bóxer negros ceñidos muy sexys, deslizó los dedos por debajo de la goma de la cintura y los bajó dejando ver el gran pene que antes había sentido contra su cuerpo. Lo agarró con una mano y con la punta de la lengua lo recorrió desde la base hasta el glande. Bajó besándolo suavemente todo a lo largo para volver a subir lamiéndolo con toda la lengua humedeciéndolo con su saliva. Sus gemidos la excitaban. Jugueteó con la punta, chupándola suavemente, lamiéndola alrededor, besándola y volvió a subir pasando la lengua por todo su pene. Se lo metió en la boca mientras lo acariciaba con la mano acompañando cada penetración. "¡Oh! ¡qué bien lo haces!" -le dijo. Siguió chupándoselo mientras lo miraba a los ojos, podía ver su excitación en ellos. Empezó a acariciarle los testículos y al ver que eso le gustaba empezó a lamérselos y a chupárselos al mismo tiempo que acariciaba el pene con la mano. Él separó un poco las piernas y ella aprovechó para acariciar con un dedo desde sus testículos hasta el esfínter mientras volvía a meterse el pene en la boca y se lo chupaba. "Joder" -exclamó, ella continuó acariciándolo, acercándose al esfinter, rozando el borde, volviendo hacia los testículos y regresando de nuevo al ano para detenerse ahí, acariciándolo e introduciendo poco a poco la punta del dedo. "Para" -le pidió, la puso en pie, la giró y, levantándole la falda la penetró analmente. Se la metió hasta el fondo, con fuerza, agarrándola de la cadera y empujándola hacia él. Repitió las embestidas mientras ella gemía, "más fuerte" -le decía, "sigue, no te pares, métemela toda". Sus piernas temblaron, su espalda se estremeció, apretó los puños clavándose las uñas en las palmas y gritó de placer. Ella fue la primera en salir del aseo, afortunadamente no había nadie fuera. Se acicaló un poco delante del espejo y se fue.

Siguió su búsqueda un poco más hasta que decidió irse a casa. Bajó al parking y se dirigió a su coche. Allí estaba él, el mismo que hacia media hora estaba corriéndose dentro de ella. Se acercó a él y lo besó. "¿Al final encontraste el vestido?" -le preguntó cogiéndola de la cintura. "Si, compré uno muy bonito". Se subieron al coche y mientras salian del parking él le dijo: "Recuerda que tenmos que ir a casa de tus padres a recoger al niño".

sábado, 24 de julio de 2010

FIN DE SEMANA


Llevaba horas dando vueltas por carreteras secundarias buscando la casa blanca con dos camelias en la entrada. "Es fácil"- me dijeron, "no tiene pérdida", pues mi GPS no opinaba lo mismo, menos mal que el viejo sistema de preguntar nunca fallaba y por fin la había encontrado. Todos los años mi compañera de trabajo y su marido alquilaban, junto con unos amigos, una casa durante un mes. Este año me habían convencido para que fuera con mi novio pero unas semanas antes habíamos roto, llevábamos tres años juntos y de pronto empezó a sentirse agobiado, necesitaba espacio y quería tiempo para pensar, supongo que ese espacio lo necesitaba para compartirlo con otra y el tiempo para pensar acabó convirtiéndose en ruptura definitiva. Así que, al final, no alquilé la casa con ellos pero Laura, mi compañera, insistió en que fuera al menos un fin de semana para desconectar y dejar de pensar en Dani. La verdad es que lo último que me apetecía era estar dos días en una casa con tres parejas haciéndose arrumacos y tan felices, todo eso me recordaría a lo que acababa de perder, pero Laura podía ser muy convincente y acabé aceptando, me garantizó que lo iba a pasar tan bien que olvidaría a Dani. Esperándome en la puerta estaban mi amiga y su marido. A Laura la conocía desde que empecé a trabajar en la empresa, me ayudó mucho al prinicpio y en seguida hicimos buenas migas. A Juan, su marido, a penas lo conocía, habíamos hablado por teléfono un par de veces pero nunca lo había visto. No era muy guapo, con lo espectacular que era Laura me imaginaba que él sería guapísimo pero era más bien normalito, rubio, de estatura media, ojos castaños, complexión normal tirando a ligero sobrepeso y piel morena. Lo único destacable era su sonrisa, iluminaba su cara y era capaz de derretir un iceberg. A los que no conocía en absoluto era a los amigos con lo que compartían la casa. Me había hablado un poco de las dos parejas. Pedro y Marta llevaban poco tiempo juntos, ella era amiga de Laura y ya había pasado otros veranos con ellos pero era la primera vez que iba con Pedro. Los otros dos eran Nico y Anabel, los mejores amigos de Laura y su marido, ellos cuatro habían empezado a alquilar esa casa hacía ya ocho años, no habían faltado ni un verano.

Bajé del coche y me dieron la bienvenida. Dentro de la casa estaban los otros. Pedro era el más guapo de todos, se notaba que debía pasar muchas horas en el gimnasio. Llevaba una camiseta ajustada que marcaba unos pectorales bien definidos y que dejaba ver unos biceps bien desarrollados. Tenía unos ojos verdes impresionantes rodeados de unas espesas pestañas negras que los resaltaban. Pero cinco minutos hablando con él bastaron para descubrir que tenía el mismo defecto que todos los que son como él, era un creído, sabía que era guapo y que gustaba a las mujeres, parecía que te estaba haciendo un favor tan solo con su presencia y no hay nada que me guste menos en un hombre que eso, pero a él sí parecí gustarle yo y no tuvo ningún reparo en flirtear conmigo delante de su novia. Nico, el marido de Anabel, era moreno, alto, delgado, con cara de niño, mirada dulce y sonrisa tierna, un encanto incluso en el trato.


El plan en principio era bajar a la playa todos juntos en cuanto yo llegara, pero por lo visto se habían dado cuenta de que no les quedaban muchas provisiones así que se iban a ir de compras. Laura me dijo que me quedara y aprovechara la tarde, su marido también se iba a quedar, sólo querían llevar un coche y los seis no podían ir, y así me hacía compañía, cuando Pedro oyó que yo me quedaba también se apuntó a hacerme compañía pero Marta lo agarró del brazo y le dijo que de eso nada que se iba con ella de compras. En cambio, Anabel le dijo a su marido que si prefería quedarse en la playa que se quedara. Así que al final nos fuimos Juan, Nico y yo a tomar el sol y estuvimos toda la tarde tirados en la arena charlando tranquilamente. Decididamente Nico era un encanto, divertido, inteligente y buen conversador, los dos teníamos intereses en común, nos gustaban las mismas películas, las mismas novelas, era el primero que conocía al que también le gustara la ópera, nunca había conseguido que Dani viniera conmigo a una representación, su excusa era que si no entendía lo que decían para qué ir y el mismo problema tenía Nico con Anabel. Nos entendimos a la perfección desde el principio, me di cuenta en seguida que había química y él también lo notó. Las horas pasaron rápidamente hasta que llegaron las provisiones y entre todos nos dispusimos a hacer la cena, nada sofisticado, algo ligerito que con el calor que hacía no apetecía comer. Parecían un grupo muy bienavenido, se notaba que llevaban tiempo compartiendo las vacaciones, los que chocaban más eran Pedro y Marta, ella era muy celosa y posesiva y él todo un seductor, un cóctel explosivo. Por lo que me habían contado Juan y Nico en la playa ella lo ataba corto pero él conseguía engañarla igualmente.


Cuando acabamos de cenar recogimos todo y, mientras las chicas nos quedamos hablando en la cocina, los chicos se fueron para la sala. Pronto me aburrí de estar con ellas, siempre he preferido la compañía de los hombres, quizás me resultan más interesantes porque no los conozco tan bien como a las mujeres, así que me fui a la sala, les pregunté si molestaba y como dijeron que no me senté en el sofá con ellos. Al principio supongo que se sintieron un poco cohibidos pero después de unos minutos se relajaron y empezamos a charlar animadamente, no sé por qué pero en esas situaciones las conversaciones siempre acababan derivando poco a poco hacia el tema estrella, el sexo, y ésta era una situación ideal, tres hombres, unas cervezas, la noche, el calor... empezaron con inocentes comentarios y bromas tanteando el terreno y cuando vieron que yo no me molestaba fueron dándole un giro más personal. Pedro parecía muy interesado en mis gustos, quería conocer mis fantasías sexuales y cuáles había hecho realidad, supongo que Marta oyó parte de la conversación porque no tardó mucho en salir de la cocina para sentarse a su lado y enseguida se unieron Laura y Anabel. Llevábamos un buen rato hablando cuando Nico propuso un juego, cada uno tenía que decir las zonas erógenas de su pareja y darle una puntuación del 1 al 10 en función de lo erógena que era y ver si había acertado. El juego parecía entretenido salvo por un detalle, yo no tenía pareja que adivinara mis zonas erógenas, pero a los chicos se les ocurrió que podían intentar adivinarlas ellos. Pasamos un rato divertido, sobre todo cuando no se ponían de acuerdo las propias parejas, incluso las que llevaban años juntos acababan discutiendo sobre si le gustaba o no que le besara en tal o cual zona. El jueguecito estaba caldeando el ambiente y empezaron los cuchicheos y las risitas. Anabel y Nico fueron los primeros en irse, querían ir a dar una vuelta por la playa antes de ir a dormir. Pedro y Marta se fueron directamente a la habitación y Laura y Juan se quedaron haciéndome compañía, yo sabía que esaban desando quedarse a solas y les dije que estaba muy cansada y que quería ir a dormir. Lentamente me dirigí hacia mi habitación, en realidad no tenía ganas de dormir, odiaba ese momento del día, cuando tenía que acostarme, ver la cama vacía, desnudarme sola, sin nadie con quien hablar, sin nadie que me diera un beso, un abrazo, que me acariciara, me hacía ser consciente de lo mucho que echaba de menos a Dani. Cerré la puerta y el silencio invadió la habitación, allí en medio estaba la cama, nunca me había dado cuenta de lo grande y fría que podía llegar a ser una cama vacía. Me metí debajo de las sábanas y cerré los ojos para no pensar. El silencio era atronador, de repente empezaron a oirse unas risas y unos cuchicheos que pronto se convirtieron en gemidos y jadeos, provenían de la habitación de al lado, donde dormían Pedro y Marta. Mi soledad fue todavía más dolorosa. Empecé a pensar en Dani, deseaba que estuviera allí, que llamara a la puerta, que me dijera que me echaba de menos y que quería volver conmigo. Imaginé que se metía en la cama, que me decía que me quería y que me besaba. Mis manos recorrieron mi cuerpo como si fueran las suyas, rocé mi piel con la punta de mis dedos, acaricié mis pechos sintiendo cómo se endurecían mis pezones. Recordé sus besos cálidos sobre mi piel, incluso podía sentir su aliento en mi cuello. Mis manos se deslizaron hacia mi sexo, estaa húmedo y caliente. Sentí cómo su lengua acariciaba mis labios hacia el clítoris y me estremecí, mis dedos empezaron a moverse en círculos excitándome cada vez más, me imaginaba su cabeza entre mis piernas rozándome los muslos con su pelo, acariciándome el vientre con sus manos, subiendo hasta mis pechos, pellizcando suavemente los pezones. Mi mano se movía cada vez más rápido, de arriba abajo, en círculos y de nuevo de arriba abajo, mis dedos resbalaban por los labios completamente húmedos por el placer, mis músculos se tensaron mientras dejaba que el orgasmo recorriera todo mi cuerpo, ahogué mis gemidos con el dorso de la mano y, esperé a que mi corazón latiera a su ritmo normal. El silencio volvió a la habitación, me giré, me abracé a la almohada y rompí a llorar.


Cuando me desperté ya eran las once, habían dejado una nota en la cocina diciéndome que estaban en la playa y que bajara cuando quisiera. Me tomé algo rapidito y me uní a ellos. Cuando llegué las chicas estaban jugando a las palas y ellos nadando, yo cogí un libro y me tumbé un rato a leer y a tomar el sol. La mañana transcurrió tranquila entre la arena y el agua, un rato con unos, otro rato con otros sólo abandonamos la playa para ir a comer, ellos volvieron enseguida pero para mí blanca piel era un poco pronto así que les dije que si no les importaba me quedaría un poco más en la casa leyendo tranquilamente y que después me uniría a ellos. La casa se quedó en silencio cuando se fueron. yo me tumbé en cama intentando acabar la novela. Hacía mucho calor y me levanté para ir a buscar un vaso de agua a la cocina. Estaba lavando el vaso en el fregadero cuando de pronto alguien me agarró por detrás tapándome la boca para que no gritara. Me asusté, intenté librarme de sus brazos pero era demasiado fuerte para mí. Empezó a acariciarme y a besarme el cuello. No sé cómo explicar lo que me sucedió, de pronto dejé de tener miedo y fui tranquilizándome poco a poco, me sentía segura y dejé de resistirme. Metió su mano por debajo de mi pareo acariciándome los pechos por encima del bikini. Me destapó la boca y no grité, sentía su pecho contra mi espalda y su duro pene apretado contra mi culo. Intenté darme la vuelta pero no me dejó, deslizó la otra mano por encima de mi vientre, sentí cómo se humedecía la parte de abajo del bikini y siguió descendiendo para detenerse entre mis muslos. Un gemido escapó de mi garganta, cuánto deseaba sentir el calor de un cuerpo pegado al mío! quería que siguiera, que me acariciara, que me besara y que me penetrara. Apartó el bikini e introdujo un dedo en mi vagina acariciando sus paredes, metió otro mientras con la palma de la mano rozaba el clítoris. Los introdujo más adentro, al principio los metía y sacaba lentamente y poco a poco fue aumentando el ritmo. Acariciaba mi clítoris y mi vagina al mismo tiempo, mis caderas se movían buscando sus dedos, metiéndolos más adentro, aumentando el placer y la excitación. Me bajó el bikini, separó mis piernas e introdujo su pene erecto en mi vagina de forma brusca. "Oh, sí! fóllame!" exclamé. Sentía su respiración en mi oreja, podía oir sus jadeos mientras me penetraba, mis gemidos se hacían más intensos convirtiéndose casi en gritos de placer. Mis piernas se tensaron y temblaban, cada embestida aumentaba mi excitación, mi cuerpo se agitó por el intenso orgasmo. Él se apartó ligeramente pero yo deseaba más, quería que siguiera. Separó mis nalgas y puso la punta de su pene en mi culo. Empujó lentamente hasta meterlo todo, se inclinó sobre mí y mientras me penetraba acarició con su mano mi clítoris e introdujo sus dedos en mi vagina. Nuestros cuerpos se movían frenéticamente, al mismo ritmo, dejándose llevar por el placer. Los jadeos y gemidos se sucedían, gotas de sudor resbalaban por mi esplada y mis muslos estaban empapados. Sus dedos no se detuvieron hasta que nuestros cuerpos dejaron de estremecerse. Se separó de mí y se alejó, yo quería girarme para saber quién era pero algo me lo impidió. Me quedé un rato en la cocina esperando y descansando. Cuando me dirigí a la puerta de la casa para salir me di cuenta de que estaba cerrada con llave, la única persona que podía haber entrado y salido tenía que tener las llaves de la casa.

domingo, 2 de mayo de 2010

HABITACIÓN 344








Las puertas del ascensor se cerraron detrás de mí. Habitación 344. Empecé a buscarla por los estrechos y tortuosos pasillos del hotel, estaba nerviosa, hasta el momento no había pensado demasiado en lo que estaba apunto de hacer, en realidad no lo había querido pensar o si no no lo haría. Lo había conocido en un chat hacía un par de semanas nada más, los dos buscábamos lo mismo, no queríamos una relación ni una amistad, sólo queríamos sexo. Yo había tenido muy malas experiencias con los hombres, me entregaba completamente, confiaba en ellos y al final siempre me traicionaban, hacía tiempo que no salía con nadie y tampoco quería pero tenía necesidades y estaba cansada de salir los viernes por las noches buscando satisfacerlas, así que se me ocurrió buscar en internet a alguien que quisiera lo mismo que yo, sexo sin ningún tipo de compromiso, alguien que compartiera mis gustos y con la suficiente madurez como para aceptar ese tipo de relación. Y después de un tiempo encontré lo que buscaba, o eso creía y estaba a punto de comprobar si estaba en lo cierto. Por fin encontré la habitación, el corazón me latía a toda velocidad, tenía las manos frías y sudorosas, la boca seca y pastosa y sentía una opresión en el pecho que no me dejaba respirar, queria dar media vuelta e irme, pero levanté la mano y golpeé con los nudillos en la puerta, "¿Quién es?" -dijo una voz profunda y masculina desde dentro, "Soy Loto", ése era mi nick, habíamos decidido no dar nuestro verdaderos nombres. Se oyeron unos pasos que se acercaban, giró el pomo y se abrió la puerta lentamente. Ya era tarde para echarse atrás.


Ahí estaba él, metro setenta y cinco, pelo negro, ojos negros y cuerpo musculoso, más guapo que en la foto que me había mandado. "Pasa" -me dijo. No sabía muy bien qué hacer, me quedé de pie en medio de la habitación mirándolo, él sonrió y se acercó a mí. Me acarició la cara con el dorso de la mano mientras me miraba a los ojos "¿Nerviosa?" -me preguntó "No" -le mentí acercándome para besarlo, ese era uno de los momentos decisivos, si no me gustaba como besaba no me gustaría el sexo. Rocé sus labios muy suavemente, podía oler su after-shave y embriagada por el olor rodeé su cuello con mis brazos pegando mi cuerpo al suyo y lo besé, larga y profundamente, él me abrazó acariciándome la espalda por encima de la blusa y correspondió a mi beso suavemente, como a mí me gustaba. Llevó una mano a mi pecho y apretó ligeramente, gemí mientras seguía besándolo ansiosamente deseando sentir sus manos sobre mi piel. Desabrochó mi blusa lentamente, botón a botón y deslizó su mano por debajo acariciando el corpiño negro que me había puesto. De pronto se aparto y me empujó violentamente tirándome sobre la cama, me asustó esa reacción pero al mismo tiempo me excitó. Me agarró las piernas con ambas manos y me arrastró hacia el borde levantando mi falda hasta la cintura y dejando ver mi tanga negro. Puso su mano sobre él acariciándolo con firmeza, sentí cómo se iba humedeciendo bajo sus dedos, apartó el tanga y con un dedo fue subiendo separando los labios hasta llegar al clítoris, un placer intenso me sacudió, continuó acariciándolo, dejé escapar un gemido y mis puños se cerraron apretando fuertemente la colcha. Sacó la mano y con un movimiento brusco me arrancó el tanga. Me miró a los ojos y, sin apartar la mirada, metió un dedo en mi vagina, hasta el fondo, rápidamente, mis músculos se tensaron, empezó a moverlo acariciando las húmedas y calientes paredes, intodujo otro dedo y continuó moviéndolos, de dentro a fuera. Observaba mi reacción, miraba cómo me mordía el labio inferior, cómo gemía, como subían y bajaban mis pechos al acelerarse mi respiración, cerré los ojos pero seguía notando su mirada sobre mí. Al mismo tiempo que me penetraba con los dedos empezó a estimular mi clítoris, lo rozaba con cada penetración, primero lentamente pero poco a poco fue aumentando el ritmo, me estremecía cada vez que lo tocaba, Más rápido, apenas separaba su mano de él, apretaba sus dedos contra la pared de mi vagina presionando suavemente, mis jadeos y mis gemidos eran cada vez más intensos, el placer iba aumentando, invadía mi cuerpo, cada vez se movía más deprisa, mi respiración se entrecortaba entre jadeos, gemidos y suspiros, llevé mi mano a mi boca y apreté los dientes contra ella para ahogar mis gritos mientras mi cuerpo se sacudía violentamente, retiró sus dedos completamente empapados mientras aún me estremecía, los acercó a mis labios y los introdujo en mi boca, noté un sabor salado y algo acre sobre mi lengua. Se tumbó sobre mí y me besó, con su lengua acarició la mía, apretó sus labios contra los míos y me los mordió suavemente. Me quitó la blusa dejándome el corpiño puesto, "Me gusta tu corpiño" era transparente y tenía bordadas unas flores negras, pasó la punta de sus dedos por la tela, siguiendo las ballenas hacia abajo, hacia el ombligo, me desabrochó la falda y me la quitó. Siguió acariciándome el vientre, posó sus labios sobre él y lo besó, sentí su cálido aliento sobre mi piel, fue bajando hacia el pubis y con la punta de la lengua volvió a subir lentamente hasta el ombligo. Bajó las tiras del corpiño para poder acariciar mis pechos, los besó, acarició los pezones y los mordió, siguió acariciándolos, estrujándolos, besándolos, chupándolos y mordiéndolos. Separó mis piernas y pasó su lengua por mis labios, al sentir su contacto sobre mi clítoris me aparté, aún estaba muy sensible pero él me agarró las caderas con las manos impidiéndome que me moviera y volvió a lamerlo, la sensación era tan intensa que no lo soportaba pero no podía impedírselo, seguía lamiéndolo con toda la lengua y chupándolo, puse mis manos en su cabeza para apartarlo, quería que parara y al mismo tiempo quería que siguiera, grité y sacudí la cabeza de lado a lado. Paró. Todos mis músculos estaban en tensión y se relajaron, volvió a acercar su cara a mi sexo e intenté apartarme pensando que seguiría pero metió la lengua dentro de mi vagina acariciando la entrada con su punta, sentía cómo la introducía y la sacaba, cómo succionaba los bordes, chupaba y lamía. Paró, se desabrochó el pantalón y se puso un condón. Levantó mis piernas apoyándolas sobre su pecho, agarró mis caderas, las colocó encima de sus piernas e introdujo su duro y gran pene dentro de mí. Empezó a moverse lentamente, metiéndolo hasta el fondo, yo gemía con cada embestida, lo sentía dentro, tan grande, tan duro, seguía moviéndose, metiéndolo y sacándolo, lenta y profundamente. Colocó sus manos por dentro de mis muslos separándome las piernas para poder ver cómo me penetraba. Sacó su pene completamente y con la punta rozó la entrada de mi vagina, lo introdujo un poco y lo volvió a sacar, me estremecí y gemí, repitió otra vez, volvió a meterlo unos pocos centímetros y volvió a sacarlo. "¿Te gusta así?", "Sí, me gusta" -le respondí entre gemidos. Iba sintiendo más y más placer, me gustaba y siguió un poco más hasta que le pedí que me lo metiera todo. "¿Eso es lo que quieres?, ¿que te la meta entera?, ¿que te la meta hasta el fondo?" -susurró con voz ronca por el placer. "Métemela" -le supliqué mientras movía mis caderas acercándome a él para que me penetrara. Me agarró por la cintura y me levantó hasta sentarme en sus piernas introduciéndome su pene completamente. Un gemido se escapó de mi garganta, lo besé al tiempo que le quitaba la camisa, apoyé mis brazos en sus hombros y empecé a moverme de arriba abajo introduciendo su pene más profundamente. Él desabrochó mi corpiño y me lo quitó, acarició mi espalda, bajó hasta mi culo y lo apretó clavando sus dedos en él, deslizó una mano hacia el centro e introdujo un dedo en mi ano mientras seguía penetrándome, gemí. Continué besándolo, acariciando sus labios con mi lengua, mordiéndolos suavemente mientras mis caderas aumentaban el ritmo, Apartó mi pelo dejando mi cuello al descubierto para besarlo y acariciarlo con su lengua húmeda y cálida. Me incliné ligeramente hacia atrás sin dejar de moverme, mis pechos seguían el ritmo de mis caderas, mis pezones estaban duros y erectos, posó sus labios sobre uno y lo chupó. Apoyé mis manos en el colchón para que me penetrara con más fuerza, seguí moviéndome cada vez más y más deprisa, me agarró las caderas y empezó a moverse al mismo ritmo. Nuestros jadeos se hacían más intensos al aumentar la velocidad, la respiración se agitaba,, se tensaban los cuerpos, nuestras caderas se movían a un ritmo frenético. Mis gemidos se convirtieron en gritos, el intenso placer sacudió mi cuerpo, me estremecí, mis músculos temblaron, los orgasmos se sucedían uno detrás de otro. "Sigue, sigue, no te pares" -le grité, seguí moviéndome frenéticamente, no podía detenerme, no quería que se acabara, mis caderas buscaban más orgasmos. Él no aguantó más, todo su cuerpo se contrajo, gritó entre espasmos hasta que se relajó y dejó caer su cuerpo sobre el mio quedándose completamente tumbado sobre mí. Mi corazón latía con fuerza dentro de mi pecho, apenas conseguía respirar, seguía estremeciéndome, el placer seguía inundando mi cuerpo. Poco a poco fui relajándome, mis piernas estaban sin fuerza y doloridas por la tensión y apenas podía moverme. Él permaneció inmóvil unos minutos mientras se recuperaba, se tumbó a mi lado y con un gran esfuerzo consiguió quitarse los pantalones y los calzoncillos y se quedó tumbado a mi lado.


Al cabo de un rato me abrazó y estuvimos acariciándonos y besándonos. mientras hablamos. Me preguntó si me había gustado, ¡qué pregunta! y si podíamos quedar otro día, quería volver a verme, no sabía qué decirle, no solía repetir porque siempre se corría el riego de que uno de los dos quisiera algo más que sexo, pero me había gustado mucho. Insistía, quería que le respondiera, mi indecisión le dio esperanzas y me propuso que pasáramos todo un fin de semana juntos. Tentador, pero seguía sin decidirme, para convencerme empezó a besarme el cuello y bajó por mi piel dándome pequeños besos, primero en mis hombros, en mis pechos, en mi estómago, en mi vientre, "Ábrete" -me susurró, aún estaba agotada y no creía que mi cuerpo pudiera seguir pero separé mis piernas. Seguía húmeda, mis muslos estaban empapados y pasó su lengua lamiéndolos y chupádolos hasta llegar a los labios aún hinchados y calientes, los succionó, metió su lengua en mi vagina girándola y lamiendo las paredes aún contraídas, con sus dedos acarició mi clítoris mientras seguía penetrándome con su lengua y con la otra mano introdujo un dedo en mi ano. Apesar del cansancio eso me excitó otra vez, sentir su dedo dentro, rozando la entrada, abriéndola poco a poco hizo que gimiera y que me estremeciera, me giró poniéndome boca abajo y levantó mis caderas acercándolas a él. Primero me metió su pene en mi húmeda vagina y volvió a introducir sus dedos en mi ano abriéndolo más. "¿Quieres que te la meta por el culo?" -me preguntó. "Sí, sí". Fue introduciéndolo lentamente, con cuidado pero sin detenerse, poco a poco lo metío más adentro, mi cuerpo se agitó y gemí. Un grito se me escapó cuando empezó a moverse, temblaba con cada embestida y mis gemidos eran más y más intensos. Me agarró las caderas mientras continuaba penetrándome. "Mastúrbate" -me pidió. Llevé una mano hacia mi sexo y empecé a acariciar mi clitoris en pequeños círculos, estaba tan húmedo que mis dedos resbalaban por los labios y tuve que presionar con más fuerza sobre él. Su pene dentro de mi culo y mis dedos se movían sin parar aumentando el ritmo al mismo tiempo, mis gritos se sucedían, gemía y clavaba mis uñas en la colcha de la cama. Cada milímetro de mi cuerpo se contrajo, mi espalda se arqueó, eché la cabeza hacia atrás y lancé un grito antes de caer tumbada sobre la cama agitándome aún. Me dio la vuelta dejándome boca arriba justo a tiempo para eyacular sobre mí entre gritos y convulsiones, sentí su leche caliente resbalando por mis pechos y mi vientre. Se tumbó a mi lado mientras recuperábamos el aliento. "¿Quedamos el próximo fin de semana?". "Sí".

viernes, 30 de abril de 2010

MASAJES




Cada semana acudía a su consulta para que le diera un masaje, era su cliente más fiel. Había ido por primera vez hacía unos seis meses y desde entonces nunca había faltado. En todo ese tiempo lo había llegado a conocer bastante bien, la gente tendía a contar muchas cosas mientras recibían un masaje, incluso intimidades y él no era una excepción. Parecía muy agradable, un poco tímido quizás, pero simpático e inteligente. Estaba soltero, sin pareja, trabajaba en un banco y hacía deporte, esto último era evidente sólo con ver el cuerpo que tenía, perfectamente tonifcado, con los músculos bien definidos, los abdominales bien marcados, unos fuertes brazos y unas piernas muy musculadas. Conocía su cuerpo perfectamente, empezó yendo por problemas en la espalda debido a su trabajo y a las horas que pasaba delante del ordenador y al teléfono, pero enseguida le pidió que aliviara también sus músculos cargados por hacer deporte, así qué había tenido la oportunidad de tocar todo su cuerpo y lo conocía de memoria, incluso sabía qué partes eran más sensibles. Después de mucho insistir había conseguido convencerlo de que le diera un masaje relajante de todo el cuerpo, se resistía porque no creía que sirviera para nada pero al final había decidido probar.



Llegó puntual como siempre, ella ya tenía preparada la camilla, el aceite, las toallas y la música y él sólo tuvo que quitarse la ropa y tumbarse. "¿Listo para relajarse?" -le preguntó, "Listo" -contestó él. Empezó extendiendo el aceite suavemente por su espalda y comenzó el masaje, dejaba que sus manos se deslizaran por su piel al ritmo de la música, lentamente, subiendo y bajando. Sabía que se iba relajando por su respiración y por la reacción de su piel no había duda de que le estaba gustando el masaje. Cuando acabó en la espalda la tapó con una toalla y continuó con las piernas. primero por detrás y, después de pedirle que se diera la vuelta, por delante. Iba subiendo lentamente, desde los tobillos hasta las ingles, esa era una zona peligrosa ya que no era nada difícil rozar sin querer alguna parte más sensible y por alguna extraña razón se sintió tentada a hacerlo, de repente se dio cuenta de que quería excitarlo, quería saber si era capaz de conseguir que tuviera una erección con su masaje. Quería que la deseara, que no pudiera resistirse a ella, que le pidiera que no se detuviera. Era ella la que estaba excitada y era ella la que quería poseerlo, subirse encima de la camilla y sentir su pene dentro. No sabía si se había dejado llevar o si él había notado su excitación pero se dio cuena de que tenía una erección, él se sintió avergonzado e incómodo y ella le dijo que no pasaba nada, que eso era normal. "No quiero que pienses que soy un pervertido, pero es que me gustas y ..." ella se quitó la bata, el pantalón, el tanga, le quitó el calzoncillo y se subió a la camilla. Se puso a horcajadas encima de su abdomen y, mientras él la miraba se quitó la camiseta y el sujetador. Estaban los dos completamente desnudos, ella cogió el aceite y lo echó sobre él extendiéndolo por su torso con suaves caricias, luego echó otro poco en sus manos y las pasó por sus pechos. Él intentó acariciarla pero ella no se lo permitió, "Déjame a mí" El aceite resbaló por su estómago hacia el ombligo, deslizó sus manos por su vientre y por sus muslos y siguió acariciándose mientras él la miraba. Volvió a subir hacia sus pechos y rozó con las yemas de sus dedos sus pezones erectos. Bajó una mano hacia el pubis y acarició sus labios lubricándolos con el aceite. Colocó sus manos encima del abdomen del chico y fue resbalando poco a poco por su pecho y, apoyando sus antebrazo en la camilla dejó que su cuerpo se posara suavemente sobre el suyo. Comenzó a moverse, acariciando con sus pechos su pecho, descendió hacia su abdomen, rozó su pene y volvió a subir. Con sus muslos rozaba su costado, sus caderas y sus piernas. Subía y bajaba pegando su vientre a su piel, acariciando su cuerpo con todo el suyo. Se sentó encima de su duro pene acariciándolo con sus labios, se movió de arriba abajo y de lado a lado presionando con su cuerpo, apoyó sus manos en la camilla y continuó frotando su clítoris suavemente con un ligero roce. Gimió de placer. Volvió a sentarse pero esta vez se recostó hacia atrás y apoyó su sexo contra sus testículos acariciándolos con delicadeza. Subía y bajaba, con una mano levantó el pene para que tocara sus labios y su clítoris y siguió moviéndose. Los jadeos se sucedían, el placer aumentaba a cada movimiento y ella gemía cada vez que rozaba con su pene su clítoris. Introdujo la punta levemente en su vagina y la retiró, lo repitió varias veces hasta que no pudo aguantar más y la metió hasta dentro, se echó hacia delante y empujó su cuerpo hacia atrás metiéndola aún más. Sus movimientos eran lentos al principio pero fueron acelerándose poco a poco al tiempo que se aceleraba su respiración. Notó cómo se iba acercando el orgasmo, el placer era cada vez más y más intenso, su cuerpo empezó a temblar, sus músculos se contraían, sus gemidos se convirtieron en gritos, él también gritó, agarró los muslos de ella y apretó los dedos con fuerza mientras se corría. El acabó y ella seguía estremeciéndose y jadeando. Agotada se tumbó encima de él mientras se recuperaba. "Sí que relajan los masajes relajantes" -dijo él. Ella se echó a reir, lo besó y le dijo "Ya te dije que no te arrepentirías".

domingo, 25 de abril de 2010

TRIÁNGULO





"¿A que está bueno?" La que se lo preguntaba era Ana, su compañera de trabajo, las dos miraban en la misma dirección, hacia Ángel, el playboy de la oficina. Estaba a unos metros apoyado en la barra de la cafetería del hotel hablando con una chica. Le gustaba a todas las de la oficina, era muy guapo y tenía buen cuerpo pero no era sólo eso, había algo más, cierto magnetismo, una mirada profunda con la que parecía capaz de leer tu pensamiento, una sonrisa que podría derretir un iceberg y una voz cálida y sensual que era como si te acariciara. Moreno, cuerpo atlético, gran deportista y buen culo, ¿podía pedirse más?, pues sí, además era simpático, divertido, un buen conversador, culto y muy inteligente, el hombre perfecto y todavía estaba soltero, era natural que todas intentaran llamar su atención y, por lo que decían los rumores, más de una lo había conseguido.


Era la hora de la cena y estaban esperando a que les dijeran que podían pasar al comedor. Estos viajes de trabajo eran agotadores, todo el día de reuniones, pero servían para conocer compañeros de otras oficinas y para relacionarte de forma más informal con los propios, y eso era lo que parecía que quería Ángel con ella, siempre era muy amable con todo el mundo pero en esta ocasión estaba siendo muy atento, demasiado. Casualmente les tocó ir juntos en el vuelo de ida y fueron hablando todo el viaje, parecían tener muchas cosas en común, hasta ahora, en el trabajo, no habían tenido oportunidad de conocerse, trabajaban en distintos departamentos y no coincidian nunca, apenas habían cruzado unas palabras, pero la hora y media que duró el viaje les sirvió para conocerse mejor y pareció que a él le había agradado porque durante todo el día no se separó de ella, esa era la primera vez que la dejaba sola y su amiga Ana aprovechó para hablar con ella. "Parece que le has gustado" -le dijo, ella trató de quitarle importancia, él era así con todas, solo trataba de ser amable, pero su compañera insistía, él quería algo más que conversación. "Sabe que estoy casada y no creo que sea su tipo". Por fin abrieron el comedor y la gente fue pasando poco a poco. Ana, otros compañeros y ella se dirigieron a una mesa para sentarse juntos y Ángel se unió al grupo. Se iba a sentar enfrente de él pero pareció que no le gustaba, "No, no,así no" -dijo él, se levantó y cambió a la gente de sitio de forma que acabó sentado al lado de ella, su amiga la miró y sonrió maliciosamente. En el fondo se alegró, mientras los demás se pasaron toda la cena hablando de trabajo, ellos se divirtieron charlando animadamente de temas mucho menos densos. Era cierto lo que decían de él, sabía cómo hacer reir a una chica y eso era un punto a su favor. Entre anécdota y anécdota y entre broma y broma paso el tiempo volando y antes de que se dieran cuenta llegaron los postres. "¿Qué planes tienes para esta noche?" -le preguntó de repente. Ella le dijo que no había quedado en nada concreto pero que suponía que iría a la discoteca del hotel con los demás. "Conozco un sitio cerca de aquí que está muy bien, con buena música para bailar. Podríamos ir los dos solos para estar más tranquilos".Se quedó tan sorpredida que no supo qué contestar, titubeó y repitió "¿Un sitio cerca de aquí?"intentando ganar tiempo para pensar qué debía contestar, "Sólo para bailar, mujer, no te pongas nerviosa", ella se rió recordando a un amigo que siempre decía que con el baile iba incluído el desayuno y a pesar de eso, o precisamente por ello, aceptó la invitación. Después del café se despidieron de los demás, se levantaron y se fueron. Sabía perfectamente lo que estaban pensando todos y, quien sabe, quizás tuviesen razón.


En seguida llegaron al local, estaba a unos pocos metros del hotel y, como había dicho él, estaba muy bien y tenía buena música para bailar, además de una pista grande en la que hacerlo. Primero se sentaron en una mesa y pidieron una copa, estuvieron un buen rato hablando, él le contó que había tenido una relación de varios años que había acabado bastante mal, él había sufrido mucho y desde entonces no había vuelto a enamorarse, había tenido muchas relaciones pero ninguna importante y tampoco era lo que buscaba. Ella prefirió no contarle que tenía 30 años, que llevaba 7 casada, que había conocido a su marido a los 17, y que desde entonces no se había separado de él. Ella lo quería y no entendía qué hacía allí, no tenían ningún problema, se llevaban bien pero Ángel le atraía, era irresistible, sabía que sólo sería una aventura de una noche, un revolcón, pero no era capaz de decir que no e irse. Mientras le escuchaba contemplaba sus ojos azules, su nariz un poco aguileña, sus labios no muy gruesos, deseaba besarlos, quería que sus delgados dedos recorrieran su cuerpo, que sus brazos la rodearan y sentir su cuerpo sobre el suyo. "¿Bailamos?" -le dijo tendiéndole una mano, se levantó y se fueron a la pista. Al principio guardaban las distancias pero poco a poco sus cuerpos se fueron acercando. Podía sentir su calor y oler su colonia, la rodeó con sus brazos y ella apoyó la cabeza sobre su pecho. Así bailaron varias canciones, sin apenas decir nada, tan solo sintiéndose el uno al otro. "¿Nos vamos al hotel?"-le preguntó. "Si" -contestó ella


Cuando llegaron al hotel cogieron el ascensor para ir a las habitaciones. Estaban solos, él se acercó a ella, le apartó el flequillo de la cara y aprovechó para acariciarla. La miraba fijamente y fue aproximándose a sus labios, se paró a unos pocos centímetros obligándola a que fuera ella la que lo besara si quería y sí quiso. Se acercó y con sus labios besó su labio inferior, él le correspondió besándola suavemente, las puertas del ascensor se abrieron y salieron. La habitación más cercana era la de él y al pasar por delante se detuvo, le acarició el brazo desde el hombro hacia la mano y le dijo "Tú decides lo que quieres hacer" ella se acercó, le rodeó el cuello con sus brazos y lo besó. Él abrió la puerta y entraron. Se giró hacia ella y con sus manos rodeó su cara mientras la besaba, ella lo empujó suavemente hacia la cama sin dejar de besarlo, acarició su espalda por encima de su camisa y descendió hacia el pantalón, él bajó una de sus manos hacia un pecho y lo apretó delicadamente, besó la comisura de sus labios y descendió por el cuello deteniéndose ahí. La atrajo hacia la cama y se tumbaron, él deslizó lentamente su mano por debajo de su vestido acariciando sus muslos hasta llegar a su tanga, pasó sus dedos por encima de la tela y los movió en círculos justo encima del clítoris. Algo no iba bien, no conseguía excitarse, en realidad no sentía nada y no era porque él no lo hiciera correctamente, al contrario, besaba bien y en los sitios adecuados pero no había cosquilleo, ni siquiera una sensación agradable, dejó que apartara su tanga y rozara con las yemas de los dedos sus labios subiendo hacia el clítoris pero nada, no sentía nada. Se incorporó apoyándose en sus codos "¿Qué pasa?" -preguntó él mientras se detenía, "Nada" él iba a continuar pero ella lo detuvo, "No es una buena idea, lo siento" le dijo que no tenía nada que ver con él pero que no podía seguir, él le dijo que no pasaba nada, que lo entendía y dejó que se fuera. Una vez en su habitación se duchó y se metió en cama, no lo entendía, él le gustaba, le atraía, ¿cómo podía ser que no la excitara? y ¿qué pasaría mañana? ¿cómo iba a mirar a la cara a Ángel? seguro que pensaba que era una calientabraguetas y lo peor es que todo el mundo pensaría que se habían acostado. Estuvo dándole vueltas hasta que se quedó dormida.


Al día siguiente se encontró con Ana en el comedor del hotel mientras desayunaban. "Cuenta" -le dijo "¿Qué pasó anoche?". Se lo contó todo, desde que se fueron del hotel hasta que lo dejó solo en la habitación. Se quedó muy sorprendida por lo qe le contó, tampoco ella lo entendía. pero en el fondo se alegró por su amiga, no merecía la pena arriesgar un matrimonio por un polvo.


El avión no salía hasta después de comer, ya habían cogido ese vuelo pensando en que saldrían de noche y no querrían madrugar, además así aprovecharían para ir de compras. En todo el día no se encontraron con Ángel pero sabía que en el viaje de vuelta sería inevitable hacerlo y se ponía nerviosa con sólo pensarlo, ¿cómo reaccionaría él? pronto lo sabría. Comieron en el aeropuerto y en la cola para embarcar lo vio, estaba hablando muy animadamente con otra compañera, no parecía muy afectado y ni siquiera la saludó. Afortunadamente no le tocó ir sentada a su lado y el viaje de vuelta se le hizo eterno porque estaba deseando llegar a casa y ver a su marido.


Cuando aterrizaron las estaba esperando el novio de Ana, él la llevaría a casa ya que su marido le había dicho que no podía ir a buscarla. Ana quería que fuera a su casa a tomar un café pero ella prefirió ir directamente a la suya, estaba cansada y no se encontraba muy bien. Cuando llegó a casa lo único que quería era tumbarse en cama y dormir un poco, su marido no estaba así que subió al segundo piso y se dirigió al dormitorio. Se sorprendió al ver que desde la puerta de la habitación hasta la del cuarto de baño había una alfombra de pétalos de rosas rojas, sintió curiosidad y abrió la puerta del baño y la alfombra seguía hasta la bañera donde la esperaba su marido completamente desnudo. Ella se rió, se acercó a él y lo besó "¿Todo esto es para mí?" la bañera estaba llena de agua con mucha espuma y pétalos flotando "Todo, el baño y yo". Mientras se quitaba la ropa él se metió dentro y la ayudó a entrar. Se sentó entre sus piernas, apoyando su espalda contra su torso y dejó que su cuerpo se relajara completamente. Su marido cogió una esponja y frotó suavemente sus hombros, sus brazos, sus pechos, apartó su pelo y le besó el cuello, se estremeció, esta vez sí, con él sí. Recorrió su cuello besándolo de arriba abajo, soltó la espnja y con sus manos acarició su suave piel, pasó sus dedos por sus pechos rozando sus pezones ocultos por la espuma. Continuó acariciando su cuerpo, descendió hacia su vientre, ella gimió y, levantando un brazo, acarició la cara de su marido y la acercó a sus labios para besarlo, él siguió acariciándola hasta que ella separó ligeramente las piernas permitiendo que bajara un poco más, jugueteó con el suave vello antes de deslizar sus dedos por sus labios, con el dedo corazón los separó con delicadeza desde abajo hacia arriba y acarició su clítoris, volvió a bajar por los labios e introdujo un dedo en su caliente vagina acariciando sus húmedas paredes. Sacó el dedo y volvió a subir hacia el clítoris deteniéndose ahí. Empezó a moverlo en pequeños círculos lentamente, mientras, con la otra mano, acariciaba sus pechos y pellizcaba sus endurecidos pezones. Ella gemía de placer, buscaba su boca para besarlo, con sus manos acariciaba sus piernas y su respiración se aceleraba. Él volvió a introducir su dedo moviéndolo de dentro a fuera, metió otro más y con la palma de la mano rozaba el clítoris cada vez que la penetraba. Ella movía las caderas buscando el punto exacto a donde quería que llegaran los dedos, sus jadeos se aceleraban, sus gemidos eran cada vez más fuertes, su cuerpo se agitaba salpicando el agua fuera de la bañera, él movió más deprisa su mano, presionando con más fuerza su clítoris, acelerando más y más hasta que ella gritó, todos sus músculos se tensaron, durante unos segundos siguió moviéndose, fue deteniéndose lentamente mientras seguía gimiendo, la respiración fue recobrando su ritmo normal y su cuerpo se relajó totalmente.


Permanecieron unos minutos más en la bañera acariciándose suavemente, sin decirse nada. Él la besó en un hombro y le dijo "Vamos a la cama", se secaron con una toalla y se fueron al dormitorio. Ella se tumbó y él la siguió. Se abrazaron, se besaron y ella bajó su mano hasta su pene ya erecto, "Ahora me toca a mí" -le dijo. "No, aún no" -le contestó retirándosela. Volvió a besarla en los labios, acariciándoselos suavemente con los suyos. Descendió por el cuello y volvió a subir, esta vez fue un beso más profundo, lento y largo, exploró el interior de su boca y acarició su lengua. Bajó hacia sus pechos, mientras acariciaba uno chupeteó el pezon del otro y lo mordisqueó suavemente. Siguió bajando hacia el ombligo, besó su vientre notando cómo se estremecía bajo sus labios, le dobló las rodillas, le separó las piernas y siguió bajando. Con la punta de la lengua acarició la parte interna de los muslos aproximándose cada vez más a las ingles, acercándose a su húmedo sexo. Chupó sus labios e introdujo su lengua suavemente en su vagina moviéndola de dentro a fuera, acariciando con la punta fue subiendo lentamente hacia el clítoris, ella gemía pidiendo más y puso sus manos en su cabeza acariciándole el pelo, él chupó el clítoris, con sus dedos separó los labios y siguió succionándolo haciendo que ella gritara y se estremeciera, al mismo tiempo metió un dedo en su vagina caliente y húmeda y con otro acarició su ano para luego introducirlo cuidadosamente, volvió a gritar, movió sus caderas para que la penetrara más adentro con sus dedos, el placer era tan intenso que su cuerpo vibró mientras el orgasmo se apoderaba de ella. Pero él no se detuvo, ella aún seguía jadeando e intentando recuperarse cuando la besó apasionadamente al mismo tiempo que introducía su pene en su vagina. Sus músculos aún estaban contraídos haciendo que sintiera aún más la pentración y seguía tan excitada que el más mínimo roce hacía que su cuerpo temblara. Rodeó con sus piernas las caderas de su marido. Él continuó penetrándola con fuerza, con cada embestida se la metía más adentro y ella clavaba sus manos en su espalda mientras gemía. Aceleró el ritmo, sus cuerpos estaban completamente pegados, su piel ardía, los jadeos y los gemidos se sucedían, ella besaba los hombros de su marido, apretaba sus labios contra su piel y cuando volvió a correrse no pudo evitar morderlo mientras ahogaba sus gritos. Lentamente se separó de ella, se quedó de rodillas entre sus piernas y contempló su sexo caliente y vibrante. Agarrándola de las caderas la giró dejándola boca abajo. Ella se incorporó apoyándose en sus rodillas y en sus manos, él la atrajo hacia si con un movimiento brusco y rápido, con las manos separó sus nalgas y acercó la punta del pene al ano. Empujó suavemente, introduciéndolo con cuidado, lo retiró y volvió a meterlo, muy lentamente la penetró un poco más, volvió a sacarlo y otra vez lo introdujo, cada vez lo iba metiendo más adentro, poco a poco fue aumentando la velocidad, ella se apoyó sobre sus antebrazos inclinando su cuerpo hacia abajo y él agarro su cadera. Ahora los dos gemían, los dos vibraban, sus cuerpos se movían al mismo ritmo, él se sentó sobre sus talones y ella se incorporó pegando la espalda a su pecho. Subía y bajaba y sus caderas no paraban, él llevó una mano hacia su pubis, acarició su clítoris y metió sus dedos en su vagina. Seguían moviéndose, dejándose llevar, cada parte de su cuerpo, cada milímetro de su piel se estremeció rindiéndose al placer. Sus gemidos dieron paso a gritos y sus cuerpos se detuvieron. Se tumbaron en la cama, uno al lado del otro sin poder moverse, sus corazones no dejaban de latir con fuerza y su respiración seguía siendo rápida y entrecortada. Poco a poco fueron recuperándose, él la abrazó y la besó dulcemente. Ella lo miró a los ojos, ahora sabía por qué no había podido serle infiel. Lo amaba.

martes, 20 de abril de 2010

EL LIGUERO




Por fin era viernes! Después de una dura semana trabajando estaba deseando que llegara la noche del viernes para salir a divertirse con sus amigas y, de paso, ver si conocía a alguien interesante. Tenía perfectamente pensada la ropa que se pondría, le gustaba sentirse sexy y cuidaba hasta el último detalle. Primero una ducha reconstituyente, luego las gotas de su perfume preferido en los lugares indicados, detrás de las rodillas, en las muñecas, detrás de las orejas y, como no, en el canalillo. Después, la ropa interior, de toda su colección de tangas eligió uno de sus favoritos, negro de encaje transparente que hacía juego con el sujetador. Lo siguiente en ponerse eran las medias, negras, por supuesto, se sentó en el borde de la cama, cogió una, la enrolló cuidadosamente hasta la punta, se la colocó en el pie y la deslizó lentamente hasta el muslo, cogió la otra e hizo exactamente lo mismo, al acabar se puso de pie frente al espejo para asegurarse de que estaban a la misma altura, perfecto! Ahora le tocaba el turno a su prenda preferida, el liguero, le encantaba ver la cara que ponían los hombres cuando veían que llevaba uno, a la mayoría les gustaba, notaba su excitación y eso la excitaba más, pero a todos les sorprendía y a ella le gustaba sorprender, marcar la diferencia, era su forma de dejar huella, sabía que siempre recordarían a la "chica del liguero". Se contempló en el espejo, estaba muy sexy, justo lo que quería, pasó sus manos suavemente por encima del encaje del sujetador que apenas tapaba sus generosos pechos, sus pezones se endurecieron al contacto con sus dedos, continuó deslizando una mano sobre su vientre hasta el liguero, ahí se detuvo, era negro igual que el sujetador y el tanga pero no hacía juego, el encaje era más tupido y apenas transparentaba. Recorrió las tiras para asegurarse de que estaban firmemente sujetas a las medias, comprobó las cuatro, una a una. Acarició las blondas y se detuvo en la parte interna de los muslos, con el dedo anular y el corazón rozó suavemente la tela del tanga deslizándolos de arriba abajo, notó cómo iba humedeciéndose, se tumbó en la cama y continuó acariciándose. Movió los dedos en círculo variando el ritmo, a medida que iba aumentando el placer iba aumentando el ritmo, cambiaba el movimiento de los dedos, de arriba abajo, en círculos otra vez de arriba abajo, el placer recorría todo su cuerpo, la respiración se aceleraba, sus músculos se tensaban, más y más rápido, más y más intenso... notó cómo se iba acercando el orgasmo, siguió y siguió hasta que dejó escapar un gemido, todo su cuerpo se tensó durante unos segundos para acabar relajándose. Se quedó tumbada un rato, recuperando el ritmo normal de su respiración y esperando a que el corazón dejase de latir tan fuertemente. Se incorporó lentamente y siguió vistiéndose, cogió una minifalda negra y una camiseta del mismo color. Para acabar se puso unas botas altas de tacón, se maquilló, se peinó, cogió una chaqueta y el bolso, en el que guardaba lo más importante de la noche: los condones.


Había quedado con sus amigas en un pequeño pub donde iban todos lo viernes, para empezar la noche no estaba mal, era tranquilo y podías charlar mientras tomabas una copa. Era el momento de ponerse al día en cotilleos, la de cosas que podían llegar a pasar en una semana. Los cotilleos más jugosos eran los de los novios, todas sus amigas tenían pareja, pero el viernes era el día de las chicas y los novios estaban prohibidos, aunque normalmente, acababan encontrándolos a lo largo de la noche, con la de pubs y discotecas que había en la ciudad y siempre acababan apareciendo por algún sitio, ¡qué curioso! Ella era la única que no tenía, sus amigas se empeñaban en que tenía que sentar cabeza y encontrar a un buen chico con el que salir, pero ella se resistía, le gustaba demasiado su libertad y la tranquilidad que le daba. De ese pub fueron directamente a una discoteca a bailar un poco, ese era su momento preferido de la noche, sólo tenía que dar una vuelta por el local buscando algún chico interesante, no siempre lo encontraba, como sucedió en esta ocasión, pero no pasaba nada, se iba a la pista a bailar y a esperar a que apareciera lo que estaba buscando. Llevaba cerca de una hora bailando con los distintos hombres que se le acercaban cuando por fin lo vio. Estaba bailando a unos pocos metros de ella. La miraba fijamente, ella le sonrió y él se acercó. Empezaron a bailar sin cruzar una sola palabra, sin tan siquiera presentarse. Era moreno, alto, de cuerpo atlético, podía notar sus músculos a través de la camiseta, pero lo que más le había impresionado eran sus increíbles ojos verdes y su sonrisa, tenia esa media sonrisa que le resultaba tan sensual. Mientras bailaban él empezó a acariciarle la espalda bajando lentamente y se detuvo justo en la cintura, rodeándola con los brazos, ella le rodeó el cuello pegándose completamente a su cuerpo y él inclinó la cabeza para besarle el cuello. Se estremeció al sentir sus carnosos labios sobre su piel, un escalofrío recorrió toda su espalda y buscó su boca con sus labios para besarla. Fue un beso dulce y lento, suave como una caricia, sus lenguas se rozaron ligeramente. Mientras se besaban ella bajó lentamente su mano acariciando su torso y rodeando su cintura hasta posarse en su redondo y duro culo. Dejó escapar un gemido cuando él volvió a besar su cuello. Sus cuerpos se acercaron aún más, él bajó sus manos acercando su cadera a la de él, luego subió una para acariciarle un pecho. Siguieron besándose y acariciándose hasta que él la cogió de la mano y la llevó hasta unos sillones que estaban un poco apartados de la pista. Él se sentó y ella se puso encima a horcajadas. Continuaron besándose mientras él acariciaba sus muslos y subía su minifalda dejando ver parte del liguero. Ella bajó su mano hasta su entrepierna y desabrochó los botones del pantalón, introduciendo su mano para acariciar su pene, era grande y estaba duro, eso la excitó más. Iba a coger el bolso para sacar un condón cuando se les acercó un empleado de la discoteca para decirles que ahí no se podía hacer eso, ella se levantó, lo agarró de la mano y juntos se dirigienos a la salida. Sus amigas la conocían, sabían que cuando conocía a alguien se iba sin despedirse, quizás volviera a la discoteca más tarde o quizás se encontrasen en otra parte.

Una vez en la calle siguieron andando unos pocos metros hasta un callejón, no había nadie así que era el lugar "perfecto" para seguir donde lo habían dejado. Él la empujó contra las rejas de una ventana mientras la besaba, subió su minifalda y lo vio. "Llevas liguero"-le dijo, "Si, ¿te gusta?" -le preguntó ella, "Si" deslizó una mano entre sus muslos e introdujo sus dedos por debajo del tanga acariciando su clítoris. Ella gimió y se mordió suavemente el labio inferior. ¿Te gusta?- le susurró al oído. Si- le contestó ella. Lo besó apasionadamente, besó sus labios, su cuello, volvió a su boca mientras él introducía sus dedos en su húmeda vagina moviéndolos de dentro a fuera e introduciéndolos cada vez más adentro. Ella le desabrochó el cinturón y los botones y metió la mano por debajo de su boxer, rodeó con su mano su duro pene y lo acarició firmemente. Él le bajó el tirante de la camiseta dejando ver su sujetador, acarició su pecho por encima y bajó también su tirante, besó su pecho y mordisqueó suavemente el pezón. Esta vez sí pudo coger un condón del bolso y ponérselo, le rodeó el cuello con sus brazos y, mientras él la levantaba, ella entrelazó sus piernas alrededor de su cadera. Él apartó el tanga e introdujo su pene. Empezó a moverse lentamente, penetrándola con delicadeza, cada vez más adentro, más profundo, ella levantó un brazo y agarró una de las rejas de la ventana en la que se apoyaba y con la otra mano cogió otra, él aprovechó para levantarle la camiseta y el sujetador "Me gustan tus pechos"-le dijo mientras se los besaba, con la punta de la lengua rozó uno de sus rosados pezones, jugueteó con él para acabar chupándolo apasionadamente. Con una mano le agarraba la cadera y la otra la posó en su vientre, ella gimió y echó la cabeza hacia atrás. Entre jadeos y gemidos él siguió penetrándola cada vez más rápido, "Más, más, sigue así"- le decía ella, él la embestía con más fuerza, más adentro, cada vez más rápido, el placer aumentaba a medida que aumentaba el ritmo, sus caderas se movían buscándose el uno al otro, el placer recorría sus cuerpos, invadiéndolos, estremeciéndolos, ella se agarró fuertemente a él clavando sus dedos en su espalda "Me corro"- susurró a su oído. Echó la cabeza hacia atrás y gimió más fuerte mientras se tensaba todo su cuerpo, él siguió penetrándola, ella siguió gimiendo hasta que lanzó un grito que apenas pudo ahogar apoyando su boca contra el hombro de él. Al mismo tiempo, él permitió que su cuerpo se dejara llevar, dejó que el placer lo invadiera completamente, se estremeció y dejó escapar un grito de placer. Permanecieron abrazados tan solo unos segundos. Ella se soltó apoyando los pies en el suelo, sus piernas aún no tenían fuerza suficiente para aguantar su peso así que se apoyó contra la pared mientras se arreglaba la ropa, se colocaba bien el tanga, se bajaba la minifalda , se ponía el sujetador y bajaba también la camiseta. Él se apoyó también en la pared mientras se subía los pantalones y se abrochaba el cinturón. Al acabar ella lo miró a los ojos, le sonrió y lo besó, y sin más, sin decir una sola palabra, se dio media vuelta y se alejó. "¿No me das tu teléfono?"- le preguntó, ella siguió andando sin girarse y sin contestar. "Dime al menos cómo te llamas" pero siguió alejándose sin contestar.