viernes, 30 de abril de 2010

MASAJES




Cada semana acudía a su consulta para que le diera un masaje, era su cliente más fiel. Había ido por primera vez hacía unos seis meses y desde entonces nunca había faltado. En todo ese tiempo lo había llegado a conocer bastante bien, la gente tendía a contar muchas cosas mientras recibían un masaje, incluso intimidades y él no era una excepción. Parecía muy agradable, un poco tímido quizás, pero simpático e inteligente. Estaba soltero, sin pareja, trabajaba en un banco y hacía deporte, esto último era evidente sólo con ver el cuerpo que tenía, perfectamente tonifcado, con los músculos bien definidos, los abdominales bien marcados, unos fuertes brazos y unas piernas muy musculadas. Conocía su cuerpo perfectamente, empezó yendo por problemas en la espalda debido a su trabajo y a las horas que pasaba delante del ordenador y al teléfono, pero enseguida le pidió que aliviara también sus músculos cargados por hacer deporte, así qué había tenido la oportunidad de tocar todo su cuerpo y lo conocía de memoria, incluso sabía qué partes eran más sensibles. Después de mucho insistir había conseguido convencerlo de que le diera un masaje relajante de todo el cuerpo, se resistía porque no creía que sirviera para nada pero al final había decidido probar.



Llegó puntual como siempre, ella ya tenía preparada la camilla, el aceite, las toallas y la música y él sólo tuvo que quitarse la ropa y tumbarse. "¿Listo para relajarse?" -le preguntó, "Listo" -contestó él. Empezó extendiendo el aceite suavemente por su espalda y comenzó el masaje, dejaba que sus manos se deslizaran por su piel al ritmo de la música, lentamente, subiendo y bajando. Sabía que se iba relajando por su respiración y por la reacción de su piel no había duda de que le estaba gustando el masaje. Cuando acabó en la espalda la tapó con una toalla y continuó con las piernas. primero por detrás y, después de pedirle que se diera la vuelta, por delante. Iba subiendo lentamente, desde los tobillos hasta las ingles, esa era una zona peligrosa ya que no era nada difícil rozar sin querer alguna parte más sensible y por alguna extraña razón se sintió tentada a hacerlo, de repente se dio cuenta de que quería excitarlo, quería saber si era capaz de conseguir que tuviera una erección con su masaje. Quería que la deseara, que no pudiera resistirse a ella, que le pidiera que no se detuviera. Era ella la que estaba excitada y era ella la que quería poseerlo, subirse encima de la camilla y sentir su pene dentro. No sabía si se había dejado llevar o si él había notado su excitación pero se dio cuena de que tenía una erección, él se sintió avergonzado e incómodo y ella le dijo que no pasaba nada, que eso era normal. "No quiero que pienses que soy un pervertido, pero es que me gustas y ..." ella se quitó la bata, el pantalón, el tanga, le quitó el calzoncillo y se subió a la camilla. Se puso a horcajadas encima de su abdomen y, mientras él la miraba se quitó la camiseta y el sujetador. Estaban los dos completamente desnudos, ella cogió el aceite y lo echó sobre él extendiéndolo por su torso con suaves caricias, luego echó otro poco en sus manos y las pasó por sus pechos. Él intentó acariciarla pero ella no se lo permitió, "Déjame a mí" El aceite resbaló por su estómago hacia el ombligo, deslizó sus manos por su vientre y por sus muslos y siguió acariciándose mientras él la miraba. Volvió a subir hacia sus pechos y rozó con las yemas de sus dedos sus pezones erectos. Bajó una mano hacia el pubis y acarició sus labios lubricándolos con el aceite. Colocó sus manos encima del abdomen del chico y fue resbalando poco a poco por su pecho y, apoyando sus antebrazo en la camilla dejó que su cuerpo se posara suavemente sobre el suyo. Comenzó a moverse, acariciando con sus pechos su pecho, descendió hacia su abdomen, rozó su pene y volvió a subir. Con sus muslos rozaba su costado, sus caderas y sus piernas. Subía y bajaba pegando su vientre a su piel, acariciando su cuerpo con todo el suyo. Se sentó encima de su duro pene acariciándolo con sus labios, se movió de arriba abajo y de lado a lado presionando con su cuerpo, apoyó sus manos en la camilla y continuó frotando su clítoris suavemente con un ligero roce. Gimió de placer. Volvió a sentarse pero esta vez se recostó hacia atrás y apoyó su sexo contra sus testículos acariciándolos con delicadeza. Subía y bajaba, con una mano levantó el pene para que tocara sus labios y su clítoris y siguió moviéndose. Los jadeos se sucedían, el placer aumentaba a cada movimiento y ella gemía cada vez que rozaba con su pene su clítoris. Introdujo la punta levemente en su vagina y la retiró, lo repitió varias veces hasta que no pudo aguantar más y la metió hasta dentro, se echó hacia delante y empujó su cuerpo hacia atrás metiéndola aún más. Sus movimientos eran lentos al principio pero fueron acelerándose poco a poco al tiempo que se aceleraba su respiración. Notó cómo se iba acercando el orgasmo, el placer era cada vez más y más intenso, su cuerpo empezó a temblar, sus músculos se contraían, sus gemidos se convirtieron en gritos, él también gritó, agarró los muslos de ella y apretó los dedos con fuerza mientras se corría. El acabó y ella seguía estremeciéndose y jadeando. Agotada se tumbó encima de él mientras se recuperaba. "Sí que relajan los masajes relajantes" -dijo él. Ella se echó a reir, lo besó y le dijo "Ya te dije que no te arrepentirías".

domingo, 25 de abril de 2010

TRIÁNGULO





"¿A que está bueno?" La que se lo preguntaba era Ana, su compañera de trabajo, las dos miraban en la misma dirección, hacia Ángel, el playboy de la oficina. Estaba a unos metros apoyado en la barra de la cafetería del hotel hablando con una chica. Le gustaba a todas las de la oficina, era muy guapo y tenía buen cuerpo pero no era sólo eso, había algo más, cierto magnetismo, una mirada profunda con la que parecía capaz de leer tu pensamiento, una sonrisa que podría derretir un iceberg y una voz cálida y sensual que era como si te acariciara. Moreno, cuerpo atlético, gran deportista y buen culo, ¿podía pedirse más?, pues sí, además era simpático, divertido, un buen conversador, culto y muy inteligente, el hombre perfecto y todavía estaba soltero, era natural que todas intentaran llamar su atención y, por lo que decían los rumores, más de una lo había conseguido.


Era la hora de la cena y estaban esperando a que les dijeran que podían pasar al comedor. Estos viajes de trabajo eran agotadores, todo el día de reuniones, pero servían para conocer compañeros de otras oficinas y para relacionarte de forma más informal con los propios, y eso era lo que parecía que quería Ángel con ella, siempre era muy amable con todo el mundo pero en esta ocasión estaba siendo muy atento, demasiado. Casualmente les tocó ir juntos en el vuelo de ida y fueron hablando todo el viaje, parecían tener muchas cosas en común, hasta ahora, en el trabajo, no habían tenido oportunidad de conocerse, trabajaban en distintos departamentos y no coincidian nunca, apenas habían cruzado unas palabras, pero la hora y media que duró el viaje les sirvió para conocerse mejor y pareció que a él le había agradado porque durante todo el día no se separó de ella, esa era la primera vez que la dejaba sola y su amiga Ana aprovechó para hablar con ella. "Parece que le has gustado" -le dijo, ella trató de quitarle importancia, él era así con todas, solo trataba de ser amable, pero su compañera insistía, él quería algo más que conversación. "Sabe que estoy casada y no creo que sea su tipo". Por fin abrieron el comedor y la gente fue pasando poco a poco. Ana, otros compañeros y ella se dirigieron a una mesa para sentarse juntos y Ángel se unió al grupo. Se iba a sentar enfrente de él pero pareció que no le gustaba, "No, no,así no" -dijo él, se levantó y cambió a la gente de sitio de forma que acabó sentado al lado de ella, su amiga la miró y sonrió maliciosamente. En el fondo se alegró, mientras los demás se pasaron toda la cena hablando de trabajo, ellos se divirtieron charlando animadamente de temas mucho menos densos. Era cierto lo que decían de él, sabía cómo hacer reir a una chica y eso era un punto a su favor. Entre anécdota y anécdota y entre broma y broma paso el tiempo volando y antes de que se dieran cuenta llegaron los postres. "¿Qué planes tienes para esta noche?" -le preguntó de repente. Ella le dijo que no había quedado en nada concreto pero que suponía que iría a la discoteca del hotel con los demás. "Conozco un sitio cerca de aquí que está muy bien, con buena música para bailar. Podríamos ir los dos solos para estar más tranquilos".Se quedó tan sorpredida que no supo qué contestar, titubeó y repitió "¿Un sitio cerca de aquí?"intentando ganar tiempo para pensar qué debía contestar, "Sólo para bailar, mujer, no te pongas nerviosa", ella se rió recordando a un amigo que siempre decía que con el baile iba incluído el desayuno y a pesar de eso, o precisamente por ello, aceptó la invitación. Después del café se despidieron de los demás, se levantaron y se fueron. Sabía perfectamente lo que estaban pensando todos y, quien sabe, quizás tuviesen razón.


En seguida llegaron al local, estaba a unos pocos metros del hotel y, como había dicho él, estaba muy bien y tenía buena música para bailar, además de una pista grande en la que hacerlo. Primero se sentaron en una mesa y pidieron una copa, estuvieron un buen rato hablando, él le contó que había tenido una relación de varios años que había acabado bastante mal, él había sufrido mucho y desde entonces no había vuelto a enamorarse, había tenido muchas relaciones pero ninguna importante y tampoco era lo que buscaba. Ella prefirió no contarle que tenía 30 años, que llevaba 7 casada, que había conocido a su marido a los 17, y que desde entonces no se había separado de él. Ella lo quería y no entendía qué hacía allí, no tenían ningún problema, se llevaban bien pero Ángel le atraía, era irresistible, sabía que sólo sería una aventura de una noche, un revolcón, pero no era capaz de decir que no e irse. Mientras le escuchaba contemplaba sus ojos azules, su nariz un poco aguileña, sus labios no muy gruesos, deseaba besarlos, quería que sus delgados dedos recorrieran su cuerpo, que sus brazos la rodearan y sentir su cuerpo sobre el suyo. "¿Bailamos?" -le dijo tendiéndole una mano, se levantó y se fueron a la pista. Al principio guardaban las distancias pero poco a poco sus cuerpos se fueron acercando. Podía sentir su calor y oler su colonia, la rodeó con sus brazos y ella apoyó la cabeza sobre su pecho. Así bailaron varias canciones, sin apenas decir nada, tan solo sintiéndose el uno al otro. "¿Nos vamos al hotel?"-le preguntó. "Si" -contestó ella


Cuando llegaron al hotel cogieron el ascensor para ir a las habitaciones. Estaban solos, él se acercó a ella, le apartó el flequillo de la cara y aprovechó para acariciarla. La miraba fijamente y fue aproximándose a sus labios, se paró a unos pocos centímetros obligándola a que fuera ella la que lo besara si quería y sí quiso. Se acercó y con sus labios besó su labio inferior, él le correspondió besándola suavemente, las puertas del ascensor se abrieron y salieron. La habitación más cercana era la de él y al pasar por delante se detuvo, le acarició el brazo desde el hombro hacia la mano y le dijo "Tú decides lo que quieres hacer" ella se acercó, le rodeó el cuello con sus brazos y lo besó. Él abrió la puerta y entraron. Se giró hacia ella y con sus manos rodeó su cara mientras la besaba, ella lo empujó suavemente hacia la cama sin dejar de besarlo, acarició su espalda por encima de su camisa y descendió hacia el pantalón, él bajó una de sus manos hacia un pecho y lo apretó delicadamente, besó la comisura de sus labios y descendió por el cuello deteniéndose ahí. La atrajo hacia la cama y se tumbaron, él deslizó lentamente su mano por debajo de su vestido acariciando sus muslos hasta llegar a su tanga, pasó sus dedos por encima de la tela y los movió en círculos justo encima del clítoris. Algo no iba bien, no conseguía excitarse, en realidad no sentía nada y no era porque él no lo hiciera correctamente, al contrario, besaba bien y en los sitios adecuados pero no había cosquilleo, ni siquiera una sensación agradable, dejó que apartara su tanga y rozara con las yemas de los dedos sus labios subiendo hacia el clítoris pero nada, no sentía nada. Se incorporó apoyándose en sus codos "¿Qué pasa?" -preguntó él mientras se detenía, "Nada" él iba a continuar pero ella lo detuvo, "No es una buena idea, lo siento" le dijo que no tenía nada que ver con él pero que no podía seguir, él le dijo que no pasaba nada, que lo entendía y dejó que se fuera. Una vez en su habitación se duchó y se metió en cama, no lo entendía, él le gustaba, le atraía, ¿cómo podía ser que no la excitara? y ¿qué pasaría mañana? ¿cómo iba a mirar a la cara a Ángel? seguro que pensaba que era una calientabraguetas y lo peor es que todo el mundo pensaría que se habían acostado. Estuvo dándole vueltas hasta que se quedó dormida.


Al día siguiente se encontró con Ana en el comedor del hotel mientras desayunaban. "Cuenta" -le dijo "¿Qué pasó anoche?". Se lo contó todo, desde que se fueron del hotel hasta que lo dejó solo en la habitación. Se quedó muy sorprendida por lo qe le contó, tampoco ella lo entendía. pero en el fondo se alegró por su amiga, no merecía la pena arriesgar un matrimonio por un polvo.


El avión no salía hasta después de comer, ya habían cogido ese vuelo pensando en que saldrían de noche y no querrían madrugar, además así aprovecharían para ir de compras. En todo el día no se encontraron con Ángel pero sabía que en el viaje de vuelta sería inevitable hacerlo y se ponía nerviosa con sólo pensarlo, ¿cómo reaccionaría él? pronto lo sabría. Comieron en el aeropuerto y en la cola para embarcar lo vio, estaba hablando muy animadamente con otra compañera, no parecía muy afectado y ni siquiera la saludó. Afortunadamente no le tocó ir sentada a su lado y el viaje de vuelta se le hizo eterno porque estaba deseando llegar a casa y ver a su marido.


Cuando aterrizaron las estaba esperando el novio de Ana, él la llevaría a casa ya que su marido le había dicho que no podía ir a buscarla. Ana quería que fuera a su casa a tomar un café pero ella prefirió ir directamente a la suya, estaba cansada y no se encontraba muy bien. Cuando llegó a casa lo único que quería era tumbarse en cama y dormir un poco, su marido no estaba así que subió al segundo piso y se dirigió al dormitorio. Se sorprendió al ver que desde la puerta de la habitación hasta la del cuarto de baño había una alfombra de pétalos de rosas rojas, sintió curiosidad y abrió la puerta del baño y la alfombra seguía hasta la bañera donde la esperaba su marido completamente desnudo. Ella se rió, se acercó a él y lo besó "¿Todo esto es para mí?" la bañera estaba llena de agua con mucha espuma y pétalos flotando "Todo, el baño y yo". Mientras se quitaba la ropa él se metió dentro y la ayudó a entrar. Se sentó entre sus piernas, apoyando su espalda contra su torso y dejó que su cuerpo se relajara completamente. Su marido cogió una esponja y frotó suavemente sus hombros, sus brazos, sus pechos, apartó su pelo y le besó el cuello, se estremeció, esta vez sí, con él sí. Recorrió su cuello besándolo de arriba abajo, soltó la espnja y con sus manos acarició su suave piel, pasó sus dedos por sus pechos rozando sus pezones ocultos por la espuma. Continuó acariciando su cuerpo, descendió hacia su vientre, ella gimió y, levantando un brazo, acarició la cara de su marido y la acercó a sus labios para besarlo, él siguió acariciándola hasta que ella separó ligeramente las piernas permitiendo que bajara un poco más, jugueteó con el suave vello antes de deslizar sus dedos por sus labios, con el dedo corazón los separó con delicadeza desde abajo hacia arriba y acarició su clítoris, volvió a bajar por los labios e introdujo un dedo en su caliente vagina acariciando sus húmedas paredes. Sacó el dedo y volvió a subir hacia el clítoris deteniéndose ahí. Empezó a moverlo en pequeños círculos lentamente, mientras, con la otra mano, acariciaba sus pechos y pellizcaba sus endurecidos pezones. Ella gemía de placer, buscaba su boca para besarlo, con sus manos acariciaba sus piernas y su respiración se aceleraba. Él volvió a introducir su dedo moviéndolo de dentro a fuera, metió otro más y con la palma de la mano rozaba el clítoris cada vez que la penetraba. Ella movía las caderas buscando el punto exacto a donde quería que llegaran los dedos, sus jadeos se aceleraban, sus gemidos eran cada vez más fuertes, su cuerpo se agitaba salpicando el agua fuera de la bañera, él movió más deprisa su mano, presionando con más fuerza su clítoris, acelerando más y más hasta que ella gritó, todos sus músculos se tensaron, durante unos segundos siguió moviéndose, fue deteniéndose lentamente mientras seguía gimiendo, la respiración fue recobrando su ritmo normal y su cuerpo se relajó totalmente.


Permanecieron unos minutos más en la bañera acariciándose suavemente, sin decirse nada. Él la besó en un hombro y le dijo "Vamos a la cama", se secaron con una toalla y se fueron al dormitorio. Ella se tumbó y él la siguió. Se abrazaron, se besaron y ella bajó su mano hasta su pene ya erecto, "Ahora me toca a mí" -le dijo. "No, aún no" -le contestó retirándosela. Volvió a besarla en los labios, acariciándoselos suavemente con los suyos. Descendió por el cuello y volvió a subir, esta vez fue un beso más profundo, lento y largo, exploró el interior de su boca y acarició su lengua. Bajó hacia sus pechos, mientras acariciaba uno chupeteó el pezon del otro y lo mordisqueó suavemente. Siguió bajando hacia el ombligo, besó su vientre notando cómo se estremecía bajo sus labios, le dobló las rodillas, le separó las piernas y siguió bajando. Con la punta de la lengua acarició la parte interna de los muslos aproximándose cada vez más a las ingles, acercándose a su húmedo sexo. Chupó sus labios e introdujo su lengua suavemente en su vagina moviéndola de dentro a fuera, acariciando con la punta fue subiendo lentamente hacia el clítoris, ella gemía pidiendo más y puso sus manos en su cabeza acariciándole el pelo, él chupó el clítoris, con sus dedos separó los labios y siguió succionándolo haciendo que ella gritara y se estremeciera, al mismo tiempo metió un dedo en su vagina caliente y húmeda y con otro acarició su ano para luego introducirlo cuidadosamente, volvió a gritar, movió sus caderas para que la penetrara más adentro con sus dedos, el placer era tan intenso que su cuerpo vibró mientras el orgasmo se apoderaba de ella. Pero él no se detuvo, ella aún seguía jadeando e intentando recuperarse cuando la besó apasionadamente al mismo tiempo que introducía su pene en su vagina. Sus músculos aún estaban contraídos haciendo que sintiera aún más la pentración y seguía tan excitada que el más mínimo roce hacía que su cuerpo temblara. Rodeó con sus piernas las caderas de su marido. Él continuó penetrándola con fuerza, con cada embestida se la metía más adentro y ella clavaba sus manos en su espalda mientras gemía. Aceleró el ritmo, sus cuerpos estaban completamente pegados, su piel ardía, los jadeos y los gemidos se sucedían, ella besaba los hombros de su marido, apretaba sus labios contra su piel y cuando volvió a correrse no pudo evitar morderlo mientras ahogaba sus gritos. Lentamente se separó de ella, se quedó de rodillas entre sus piernas y contempló su sexo caliente y vibrante. Agarrándola de las caderas la giró dejándola boca abajo. Ella se incorporó apoyándose en sus rodillas y en sus manos, él la atrajo hacia si con un movimiento brusco y rápido, con las manos separó sus nalgas y acercó la punta del pene al ano. Empujó suavemente, introduciéndolo con cuidado, lo retiró y volvió a meterlo, muy lentamente la penetró un poco más, volvió a sacarlo y otra vez lo introdujo, cada vez lo iba metiendo más adentro, poco a poco fue aumentando la velocidad, ella se apoyó sobre sus antebrazos inclinando su cuerpo hacia abajo y él agarro su cadera. Ahora los dos gemían, los dos vibraban, sus cuerpos se movían al mismo ritmo, él se sentó sobre sus talones y ella se incorporó pegando la espalda a su pecho. Subía y bajaba y sus caderas no paraban, él llevó una mano hacia su pubis, acarició su clítoris y metió sus dedos en su vagina. Seguían moviéndose, dejándose llevar, cada parte de su cuerpo, cada milímetro de su piel se estremeció rindiéndose al placer. Sus gemidos dieron paso a gritos y sus cuerpos se detuvieron. Se tumbaron en la cama, uno al lado del otro sin poder moverse, sus corazones no dejaban de latir con fuerza y su respiración seguía siendo rápida y entrecortada. Poco a poco fueron recuperándose, él la abrazó y la besó dulcemente. Ella lo miró a los ojos, ahora sabía por qué no había podido serle infiel. Lo amaba.

martes, 20 de abril de 2010

EL LIGUERO




Por fin era viernes! Después de una dura semana trabajando estaba deseando que llegara la noche del viernes para salir a divertirse con sus amigas y, de paso, ver si conocía a alguien interesante. Tenía perfectamente pensada la ropa que se pondría, le gustaba sentirse sexy y cuidaba hasta el último detalle. Primero una ducha reconstituyente, luego las gotas de su perfume preferido en los lugares indicados, detrás de las rodillas, en las muñecas, detrás de las orejas y, como no, en el canalillo. Después, la ropa interior, de toda su colección de tangas eligió uno de sus favoritos, negro de encaje transparente que hacía juego con el sujetador. Lo siguiente en ponerse eran las medias, negras, por supuesto, se sentó en el borde de la cama, cogió una, la enrolló cuidadosamente hasta la punta, se la colocó en el pie y la deslizó lentamente hasta el muslo, cogió la otra e hizo exactamente lo mismo, al acabar se puso de pie frente al espejo para asegurarse de que estaban a la misma altura, perfecto! Ahora le tocaba el turno a su prenda preferida, el liguero, le encantaba ver la cara que ponían los hombres cuando veían que llevaba uno, a la mayoría les gustaba, notaba su excitación y eso la excitaba más, pero a todos les sorprendía y a ella le gustaba sorprender, marcar la diferencia, era su forma de dejar huella, sabía que siempre recordarían a la "chica del liguero". Se contempló en el espejo, estaba muy sexy, justo lo que quería, pasó sus manos suavemente por encima del encaje del sujetador que apenas tapaba sus generosos pechos, sus pezones se endurecieron al contacto con sus dedos, continuó deslizando una mano sobre su vientre hasta el liguero, ahí se detuvo, era negro igual que el sujetador y el tanga pero no hacía juego, el encaje era más tupido y apenas transparentaba. Recorrió las tiras para asegurarse de que estaban firmemente sujetas a las medias, comprobó las cuatro, una a una. Acarició las blondas y se detuvo en la parte interna de los muslos, con el dedo anular y el corazón rozó suavemente la tela del tanga deslizándolos de arriba abajo, notó cómo iba humedeciéndose, se tumbó en la cama y continuó acariciándose. Movió los dedos en círculo variando el ritmo, a medida que iba aumentando el placer iba aumentando el ritmo, cambiaba el movimiento de los dedos, de arriba abajo, en círculos otra vez de arriba abajo, el placer recorría todo su cuerpo, la respiración se aceleraba, sus músculos se tensaban, más y más rápido, más y más intenso... notó cómo se iba acercando el orgasmo, siguió y siguió hasta que dejó escapar un gemido, todo su cuerpo se tensó durante unos segundos para acabar relajándose. Se quedó tumbada un rato, recuperando el ritmo normal de su respiración y esperando a que el corazón dejase de latir tan fuertemente. Se incorporó lentamente y siguió vistiéndose, cogió una minifalda negra y una camiseta del mismo color. Para acabar se puso unas botas altas de tacón, se maquilló, se peinó, cogió una chaqueta y el bolso, en el que guardaba lo más importante de la noche: los condones.


Había quedado con sus amigas en un pequeño pub donde iban todos lo viernes, para empezar la noche no estaba mal, era tranquilo y podías charlar mientras tomabas una copa. Era el momento de ponerse al día en cotilleos, la de cosas que podían llegar a pasar en una semana. Los cotilleos más jugosos eran los de los novios, todas sus amigas tenían pareja, pero el viernes era el día de las chicas y los novios estaban prohibidos, aunque normalmente, acababan encontrándolos a lo largo de la noche, con la de pubs y discotecas que había en la ciudad y siempre acababan apareciendo por algún sitio, ¡qué curioso! Ella era la única que no tenía, sus amigas se empeñaban en que tenía que sentar cabeza y encontrar a un buen chico con el que salir, pero ella se resistía, le gustaba demasiado su libertad y la tranquilidad que le daba. De ese pub fueron directamente a una discoteca a bailar un poco, ese era su momento preferido de la noche, sólo tenía que dar una vuelta por el local buscando algún chico interesante, no siempre lo encontraba, como sucedió en esta ocasión, pero no pasaba nada, se iba a la pista a bailar y a esperar a que apareciera lo que estaba buscando. Llevaba cerca de una hora bailando con los distintos hombres que se le acercaban cuando por fin lo vio. Estaba bailando a unos pocos metros de ella. La miraba fijamente, ella le sonrió y él se acercó. Empezaron a bailar sin cruzar una sola palabra, sin tan siquiera presentarse. Era moreno, alto, de cuerpo atlético, podía notar sus músculos a través de la camiseta, pero lo que más le había impresionado eran sus increíbles ojos verdes y su sonrisa, tenia esa media sonrisa que le resultaba tan sensual. Mientras bailaban él empezó a acariciarle la espalda bajando lentamente y se detuvo justo en la cintura, rodeándola con los brazos, ella le rodeó el cuello pegándose completamente a su cuerpo y él inclinó la cabeza para besarle el cuello. Se estremeció al sentir sus carnosos labios sobre su piel, un escalofrío recorrió toda su espalda y buscó su boca con sus labios para besarla. Fue un beso dulce y lento, suave como una caricia, sus lenguas se rozaron ligeramente. Mientras se besaban ella bajó lentamente su mano acariciando su torso y rodeando su cintura hasta posarse en su redondo y duro culo. Dejó escapar un gemido cuando él volvió a besar su cuello. Sus cuerpos se acercaron aún más, él bajó sus manos acercando su cadera a la de él, luego subió una para acariciarle un pecho. Siguieron besándose y acariciándose hasta que él la cogió de la mano y la llevó hasta unos sillones que estaban un poco apartados de la pista. Él se sentó y ella se puso encima a horcajadas. Continuaron besándose mientras él acariciaba sus muslos y subía su minifalda dejando ver parte del liguero. Ella bajó su mano hasta su entrepierna y desabrochó los botones del pantalón, introduciendo su mano para acariciar su pene, era grande y estaba duro, eso la excitó más. Iba a coger el bolso para sacar un condón cuando se les acercó un empleado de la discoteca para decirles que ahí no se podía hacer eso, ella se levantó, lo agarró de la mano y juntos se dirigienos a la salida. Sus amigas la conocían, sabían que cuando conocía a alguien se iba sin despedirse, quizás volviera a la discoteca más tarde o quizás se encontrasen en otra parte.

Una vez en la calle siguieron andando unos pocos metros hasta un callejón, no había nadie así que era el lugar "perfecto" para seguir donde lo habían dejado. Él la empujó contra las rejas de una ventana mientras la besaba, subió su minifalda y lo vio. "Llevas liguero"-le dijo, "Si, ¿te gusta?" -le preguntó ella, "Si" deslizó una mano entre sus muslos e introdujo sus dedos por debajo del tanga acariciando su clítoris. Ella gimió y se mordió suavemente el labio inferior. ¿Te gusta?- le susurró al oído. Si- le contestó ella. Lo besó apasionadamente, besó sus labios, su cuello, volvió a su boca mientras él introducía sus dedos en su húmeda vagina moviéndolos de dentro a fuera e introduciéndolos cada vez más adentro. Ella le desabrochó el cinturón y los botones y metió la mano por debajo de su boxer, rodeó con su mano su duro pene y lo acarició firmemente. Él le bajó el tirante de la camiseta dejando ver su sujetador, acarició su pecho por encima y bajó también su tirante, besó su pecho y mordisqueó suavemente el pezón. Esta vez sí pudo coger un condón del bolso y ponérselo, le rodeó el cuello con sus brazos y, mientras él la levantaba, ella entrelazó sus piernas alrededor de su cadera. Él apartó el tanga e introdujo su pene. Empezó a moverse lentamente, penetrándola con delicadeza, cada vez más adentro, más profundo, ella levantó un brazo y agarró una de las rejas de la ventana en la que se apoyaba y con la otra mano cogió otra, él aprovechó para levantarle la camiseta y el sujetador "Me gustan tus pechos"-le dijo mientras se los besaba, con la punta de la lengua rozó uno de sus rosados pezones, jugueteó con él para acabar chupándolo apasionadamente. Con una mano le agarraba la cadera y la otra la posó en su vientre, ella gimió y echó la cabeza hacia atrás. Entre jadeos y gemidos él siguió penetrándola cada vez más rápido, "Más, más, sigue así"- le decía ella, él la embestía con más fuerza, más adentro, cada vez más rápido, el placer aumentaba a medida que aumentaba el ritmo, sus caderas se movían buscándose el uno al otro, el placer recorría sus cuerpos, invadiéndolos, estremeciéndolos, ella se agarró fuertemente a él clavando sus dedos en su espalda "Me corro"- susurró a su oído. Echó la cabeza hacia atrás y gimió más fuerte mientras se tensaba todo su cuerpo, él siguió penetrándola, ella siguió gimiendo hasta que lanzó un grito que apenas pudo ahogar apoyando su boca contra el hombro de él. Al mismo tiempo, él permitió que su cuerpo se dejara llevar, dejó que el placer lo invadiera completamente, se estremeció y dejó escapar un grito de placer. Permanecieron abrazados tan solo unos segundos. Ella se soltó apoyando los pies en el suelo, sus piernas aún no tenían fuerza suficiente para aguantar su peso así que se apoyó contra la pared mientras se arreglaba la ropa, se colocaba bien el tanga, se bajaba la minifalda , se ponía el sujetador y bajaba también la camiseta. Él se apoyó también en la pared mientras se subía los pantalones y se abrochaba el cinturón. Al acabar ella lo miró a los ojos, le sonrió y lo besó, y sin más, sin decir una sola palabra, se dio media vuelta y se alejó. "¿No me das tu teléfono?"- le preguntó, ella siguió andando sin girarse y sin contestar. "Dime al menos cómo te llamas" pero siguió alejándose sin contestar.

domingo, 18 de abril de 2010

LA CHICA DE LA PISCINA





Era nuevo en la ciudad, empezaba una nueva vida, nuevo trabajo, nuevos compañeros, nuevo piso, nuevos amigos y, como no, nuevo gimnasio. Estuviera donde estuviera, fuera a donde fuera, nunca dejaba de ir al gimnasio, y esta vez había tenido suerte, cerca del trabajo había uno muy bueno. Lo primero que hizo en cuanto se instaló fue ir a matricularse. Era impresionante, había una gran variedad de actividades, muchos y muy buenos aparatos, una piscina extraordinaria y, lo más importante, muchas chicas, no es que él fuese al gimnasio a ligar, el deporte era su vida, pero una cosa no estaba reñida con la otra. Ya se había fijado en varias mientras le enseñaban las instalaciones y le explicaban cuáles eran las actividades y estaba deseando empezar para conocerlas, era duro llegar a un sitio nuevo donde no conocías a nadie y el gimnasio era un buen lugar para hacer amigos.

Eran las ocho de la noche cuando salió de la oficina, iba de traje y corbata, el atuendo obligatorio en la empresa, pero llevaba la bolsa de deporte con todo lo necesario así que se fue directamente al gimnasio. Al llegar allí se dirigió a los vestuarios para cambiarse y empezar su primera clase, llegaba con el tiempo justo y como no recordaba muy bien dónde estaban y el gimnasio era tan grande aceleró el paso para no llegar tarde a la clase. Por fin encontró el vestuario y se fue hacia él, justo cuando iba a agarrar el pomo de la puerta y abrirla oyó a su espalda a una chica que le decía que ahí no podía entrar, miró la puerta y se fijó en que era el vestuario de las chicas. Pidió disculpas y muy avergonzado preguntó dónde estaba el de los hombres, explicó que era nuevo, que tenía prisa y que no se había fijado, y la chica le señaló la puerta que estaba justo al lado. Estaba convencido de que no le había creído ni una sola palabra, seguro que pensaba que era un pervertido, menuda forma de empezar! Entró, se cambió y se fue a la clase.

Cuando salió ya era tarde, pronto cerraría el gimnasio pero aún no quería irse así que decidió darse un chapuzón en la piscina y relajarse un poco haciendo unos largos. Entró otra vez en el vestuario, esta vez fue directamente al de los hombres, se duchó, se puso el bañador y salió por una puerta que llevaba directamente a la piscina. Apenas quedaba gente, esa solía ser la mejor hora para nadar tranquilamente, sin agobios, sin ruido... Había hecho un par de largos cuando entró una chica espectacular, se paró en mitad de la psicina para observarla detenidamente. Tenía una larga melena negra que intentaba meter dentro del gorro de piscina,el bañador rojo que llevaba puesto apenas tapaba su escultural cuerpo, se ceñía perfectamente marcando sus grandes y firmes pechos. Su estrecha cintura daba paso a unas generosas caderas que movía sensualmente al caminar hacia el borde de la piscina. Se detuvo antes de saltar para ponerse las gafas y proteger unos preciosos ojos azules rodeados por unas espesa y largas pestañas. Se dio cuenta de que la estaba mirando y le sonrió, tenía una dulce sonrisa que iluminaba su rostro y dejaba entrever unos dientes blancos perfectos. Él le devolvió la sonrisa y miró cómo sus largas y esbeltas piernas se preparaban para saltar y se zambullía en la piscina. Cruzó la mitad de la piscina antes de volver a salir del agua. Nadaba bien, con estilo, se notaba que lo hacía con frecuencia. Él se dio cuenta de que llevaba un buen rato parado así que decidió nadar hacia el borde para salir y seguir observándola pero se dio cuenta de que no podía, al menos por el momento, tendría que seguir haciendo largos ya que el bañador no podría disimular la erección. Pero el hecho de que ella estuviera nadando justo en la otra calle y que el tuviera una gran imaginación no ayudaba mucho. Se concentró en nadar y dejar de pensar en esa espectacular mujer.

No sabía cuánto tiempo había pasado pero cuando miró el reloj que había en la pared vio que faltaba poco para que cerrara el gimnasio, así que pudiera o no, tenía que salir de la piscina. Apens quedaba nadie, ella ya no estaba, ni siquiera se había dado cuenta de que se había ido y el socorrista estaba hablando con un chico y no prestaba atención a la piscina, era su oportuidad, nadie lo vería, sólo tenía que ir corriendo hasta el vestuario, y eso hizo, abrió la puerta y entró. Iba a buscar su taquilla cuando se dio cuenta de que no eran los vestuarios masculinos, una vez más se había confundido, dio media vuelta para irse antes de que lo viese nadie y lo echasen del gimnasio. De pronto oyó unos gemidos. La curiosidad le pudo, siguió el sonido que parecía provenir de la zona de las taquillas, se acercó lenta y cuidadosamente para que no lo descubrieran y los vio, estaban de pie, abrazados y besándose, a él no lo había visto en la piscina, pero a ella si, era ella, la chica espectacular que nadaba en la calle contigua. Él estaba apoyado contra la pared, con sus manos acariciaba la espalda de la chica deslizándolas lentamente hacia abajo y deteniéndose en su hermoso, firme y perfecto culo. Metió una de sus manos por debajo del bañador llevándola hacia el centro, sus dedos rozaron sus labios y ella dejó escapar un gemido mientras echaba ligeramente la cabeza hacia atrás dejando que él besara su esbelto cuello. Con la punta de la lengua lo acarició de abajo hacia arriba llegando al mentón, ella acercó sus labios a los de él y lo besó, primero suave y luego más apasionadamente. Él la acercó más a su cuerpo, ella tenía sus brazos alrededor de su cuello y dejó que una de sus manos bajara acariciando su torso, se detuvo un instante en su pecho, con un dedo acarició sus definidos pectorales, juegueteó con un pezón y siguió bajando por sus marcados abdominales hasta el ombligo. Se detuvo, dejó de besarlo y se separó ligeramente. Volvió a besarlo en los labios, muy suavemente, bajó por el mentón, el cuello y siguió el recorrido que unos segundos antes había hecho con su dedo. Mordió suavemente el pezón y siguió bajando pero esta vez no se detuvo en el ombligo, se puso de rodillas, bajó el bañador y dejó a la vista su pene erecto. Lo rodeó con una mano mientras con la otra continuaba acariciando su vientre. Con la lengua lo acarició desde la base hacia la punta parándose ahí, la chupó mientras miraba a los ojos de su pareja luego pasó la lengua por el frenillo y volvió a chupar la punta, sólo ligeramente como besándola. Al mismo tiempo movía la mano de arriba abajo girando la muñeca ligeramente, continuó besando el pene hacia abajo hasta los testículos que acarició suavemene con la lengua. Él dejó escapar un gemido mientras echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos, ella volvió a subir hacia la punta, lamiéndolo y se lo introdujo en la boca, primero un poco pero a medida que lo iba chupando se lo iba metiendo más adentro, con la mano iba acompañando los movimientos de la boca hasta que de repente se detuvo, él le agarró la cabeza con ambas manos acercándola a su cuerpo "Sigue" -le pidió con voz ronca por el placer, pero ella no siguió, le quitó completamente el bañador, se levantó lentamente y lo llevó hacia un banco que había cerca, "Túmbate"-le dijo, él lo hizo y ella sacó de una taquilla que estaba abierta unos condones. Se acercó al banco y los dejó allí, con una mano se bajó lentamente un tirante del bañador, luego el otro dejando ver sus pechos y sus rosados pezones que ya estaban duros, siguió deslizándolo hacia abajo hasta quitárselo, estaba totalmente depilada y podía verse parte de los labios. Se quitó el gorro dejando que su larga melena cayera sobre sus hombros, abrió un condón y se lo puso a él, los otros los dejó en el suelo, cerca de ella. Se colocó encima del hombre y bajó lentamente mientras introducía su duro pene.


Él permanecía semioculto tras unas taquillas mientras observaba atentamente la escena. El bañador no podía `disimular la erección, se lo bajó un poco sacando el endurecido pene y empezó a masturbarse. Contempló detenidamnte el cuerpo desnudo de la chica, sus redondos pechos, sus pezones apuntando hacia el frente, su suave y blanca piel, su plano vientre que se movía al ritmo de su respiración... Vio cómo se introducía el pene y cómo empezaba a moverse lentamente.


Ella se echó hacia deltante, sobre el cuerpo del hombre, sus pechos rozaron su torso y mientras se movía lo besó en el cuello bajando al pecho, apoyó sus manos en él y se incorporó ligeramente para empujar su cadera hacia abajo y que la penetrara más adentro. Siguió moviéndose lentamente mientras gemía de placer, él le acarició los pechos y se incorporó hasta poder besarlos, chupeteó primero un pezón y luego el otro y volvió a tumbarse, bajó sus manos por los costados hasta posarlas en sus glúteos, ella se incorporó y sacó el pene de su vagina para frotarlo contra sus húmedos labios y su clítoris, se echó hacia atrás apoyando una mano en el banco, con la otra siguió acarciando el pene al mismo tiempo que movía sus caderas. Fue aumentando el ritmo mientras jadeaba y gemía, cada vez se movía mas rápido, estimulando el clítoris con el pene. Sus caderas subían y bajaban, los gemidos eran cada vez más intensos, sus pechos se movían al mismo ritmo que el resto del cuerpo, la respiración se aceleraba, aumentaba más y más la velocidad, los gemidos dieron paso a pequeños gritos, se excitaba cada vez más, inclinó la cabeza hacia delante y mientras miraba cómo frotaba el pene contra su clítoris dejó que el orgasmo se apoderara de su cuerpo.


Él seguía detrás de las taquillas masturbándose y cuando ella llegó al climax él no pudo evitar correrse. Dejó escapar un fuerte gemido y ellos se dieron cuenta de que los estaban espiando. "Acércate" -le dijo ella. Él salió de su escondite, "Lo siento" -se disculpó. "Acércate" -le repitió. Se acercó lentamente, cuando llegó al banco ella le mandó que se quitara el bañador. Mientras lo hacía, ella volvió a introducir el pene del otro hombre en su húmeda vagina y empezó a mover sus caderas otra vez, al mismo tiempo extendió un brazo y agarró su pene con una mano para masturbarlo, pronto volvió a estar duro y acercó su boca para chuparlo. Seguía el ritmo perfectamente, sus caderas y su cabeza se movían acompasadamete. Se la quitó un segundo de la boca y él aprovechó para besarla, acarició sus labios con los suyos, los rozó con la lengua y la metió ligeramente dentro de su boca. Posó una mano sobre uno de sus pechos, apenas lograba cubrirlo, ella la llevó suavemente hacia su vientre e inclinó su cuerpo hacia atrás permitiendo que él acariciara su clítoris al tiempo que la penetraba el otro. "Ponte un condón" -le dijo ella. Él se agachó, cogió uno lo abrió y se lo puso. Ella se inclinó hacia delante y, con voz ronca le dijo "Métemela por detrás". Nunca antes lo había hecho, ninguna de las chicas con las que había estado habían querido que lo hiciera pero ahora se lo estaban pidiendo. Se colocó detrás, ella se tumbó completamente sobre el torso de su acompañante y éste separó ambas nalgas con sus manos dejando a la vista el estrecho orificio. Él se acercó, con una mano dirigió su pene colocando la punta en el esfínter y empujó suavemente. Le sorprendió lo fácilmente que entraba, "Más adentro" -le pidió y empujó un poco más. "Métela y sácala" .siguió diciéndole y lo hizo. Ella se estremeció de placer, los jadeos y gemidos se sucedieron "Métemela toda", se inclinó hacia delante para ayudarse con el peso del cuerpo y se la metió toda. Ella gritó de placer,él empezó a moverse lentamente, era tan estrecho, lo notaba tanto, de pronto empezó a sentir cómo se movia también el otro compañero, era una sensación muy rara pero le gustaba y a ella también, sus jadeos y gemidos cada vez eran más intensos "Más fuerte" -dijo, y él obedeció, se la metió más adentro con fuerza "Más" -repitió "Más". El placer era tan intenso que tuvo que hacer un esfuerzo por no eyacular, apartó la larga melena que resbalaba por su espalda y besó su nuca mientras seguía penetrándola. "Más, más" -gritaba ella, su cuerpo se tensó "No pares" -pidió y siguió gritando, estremeciéndose, sus músculos se contrajeron, sus dedos se clavaron en el pecho de su acompañante mientras gemía, poco a poco se fue calmando, seguía gimiendo y jadeando, pero la intesidad iba disminuyendo. En cambio él ya no podía seguir controlándose, los gritos y las convulsiones de la chica lo habían excitado más y más, no iba a aguantar, "Córrete" -le dijo ella, su cuerpo se tensó, tembló, se agitó y se relajó totalmente. Cuado retiró el pene del interior de la chica ésta se estremeció y gimió. "Deja que me corra encima de tí" -le dijo su pareja. Ella se separó y se sentó en el banco, él se puso de pie, se quitó el condón y se masturbó hasta que eyaculó encima de sus pechos, su semen caliente resbalaba por su cuerpo La besó dulcemente, "Te quiero" -le dijo.

Se dio cuenta de que sobraba, cogió su bañador y se fue sin decir una palabra. Menudo primer día en el gimnasio, estaba seguro de que esta nueva vida le iba a deparar sorpresas muy agradables.