domingo, 27 de marzo de 2011

EL CALENDARIO


Le había llevado un tiempo pero por fin había completado su calendario. Después de muchos cálculos había llegado a la conclusión de que 6 citas por mes era el número perfecto para él aunque lo que realmente le llevó más tiempo fue encontrar a las 6 chicas que integraban el grupo. Poco a poco las había ido encontrando, lo más importante era que ellas no quisieran tener una relación, que huyeran de cualquier tipo de compromiso pero que estuvieran dispuestas a tener sexo ocasional con la misma persona, eso no quitaba que pudieran tener otras relaciones. No quería un encuentro frío en el que sólo hubiese un polvo, quería algo más íntimo, que hubiese cierto afecto además de atracción pero sin compromiso, complicidad sin ataduras. La mejor manera de que ese afecto no se convirtiese en algo más era distanciando los encuentros lo suficiente como para que ninguno se enamorara pero no tanto como para que se enfriara la relación. Calculó que una cita al mes con algún encuentro no sexual entre citas era lo ideal, pero eso hacía que necesitara más de una persona. Si eran demasiadas corría el riesgo de cometer errores y no dispondría de tiempo suficiente para dedicarles con lo que podría acabar perdiendo a todas. Le pareció que 6 era una buena cifra, y si con el tiempo veía que podía, simplemente la ampliaría. También era importante tener alguna reserva por si fallaba alguna y para eso contaba con algunas ex con las que seguía manteniendo una buena relación.

Precisamente en ese mismo instante se dirigía a casa de una de sus amigas. Lo sorprendió recibiéndolo con un picardías de encaje negro. “Si esperas a alguien me voy”-le dijo él con una seductora media sonrisa. “Te esperaba a ti, bobo”- le contestó ella mientras se acercaba a él rodeándole el cuello con sus brazos y besándolo. Él la abrazó y la levantó del suelo mientras ella aprovechaba el impulso para entrelazar sus piernas alrededor de su cintura. Quedarse en el rellano no le pareció muy buena idea así que entró en el piso sin dejar de besarla. Sus lenguas se acariciaban apasionadamente, saboreando cada rincón de sus bocas. Besaba sus carnosos y sensuales labios mientras ella acariciaba su cabeza enredando sus dedos entre su cabello. La llevó hacia el dormitorio para tumbarla sobre la cama y colocándose a su lado empezó a acariciar sus largas y delgadas piernas subiendo lentamente mientras besaba su cuello haciendo que ella soltara un suave gemido que lo excitó. Por fin tocó con sus dedos el suave encaje negro que ocultaba su tan anhelado sexo. Primero acarició por encima de la tela para luego introducir un dedo por debajo abriéndose paso hacia los calientes labios. Acarició la piel suave y tersa mientras notaba cómo se iba humedeciendo bajo sus dedos, lentamente los metió dentro de su vagina haciendo que ella se estremeciera de placer. Empezó a moverlos, de arriba abajo, golpeando suavemente las paredes. Con su boca besaba su piel morena bajando por su cuello hacia sus pechos aún cubiertos por el picardías. Retiró su mano para bajar los tirantes y destaparlos, contempló sus pezones erectos, los besó y al mismo tiempo le quitó la braguita para seguir penetrándola con sus dedos más cómodamente. Miraba cómo su rostro se iba tensando a medida que aumentaba el placer y sus dedos dentro de su cuerpo se empapaban cada vez más. Sintió como ella apretaba su mano clavando sus dedos en su muslo mientras se corría. Siguió moviendo sus dedos hasta que ella se relajó completamente abrió los ojos y le dijo apartándose “Ahora me toca a mí”. Lo tumbó en la cama y sin más preámbulos, agarró con una mano su pene y se lo metió entero en la boca. Lo mantuvo ahí unos segundos antes de empezar a chuparlo deslizando sus labios por toda la piel. Su lengua acarició la punta rodeándola y lamiéndola mientras su boca subía y bajaba a lo largo del pene. Su saliva resbalaba mojándolo rápidamente. Con su mano lo rodeó y, mientras chupaba lentamente la punta succionándola, jugueteando con su lengua y besándola, acariciaba el resto apretando firmemente y siguiendo los movimientos de la boca. Podía sentir cómo latía bajo su mano, duro, erecto, anhelante, esperando el momento. Se detuvo un instante para ponerse encima de él e introdujo el pene en su vagina aún húmeda. Apoyando las manos en su pecho empezó a moverse rítmicamente pero con fuerza haciendo que la penetrara profundamente, más adentro, más intensamente. Se incorporó y sin dejar de moverse se quitó la parte del picardías que aún le quedaba y él la agarró por las caderas empujándola para acelerar el ritmo. Gotas de sudor resbalaban por su piel entre sus pechos que se movían acompasados. Su larga melena riza se pegaba a su espalda y la recogió en la nuca con sus manos mientras se impulsaba con sus piernas apretadas contra las caderas de él. Su respiración se aceleraba y sus jadeos se hacían más fuertes. Se inclinó hacia atrás apoyando sus manos en los muslos de él permitiéndole que viera cómo la penetraba y que le acariciara el clítoris. Sus dedos se movían sobre sus labios aumentando la excitación. Sus caderas no cesaban de moverse, acelerando el ritmo. Sabía que él no aguantaría mucho más y echando su cabeza hacia atrás se dejó arrastrar por el intenso placer que la invadió agitando cada milímetro de su cuerpo. Siguió encima sin bajar el ritmo hasta que él también se corrió al tiempo que lanzaba un fuerte gemido. Ella se recostó sobre su pecho besándolo mientras él acariciaba su espalda y la abrazaba. Permanecieron así un rato charlando relajadamente hasta que él tuvo que marcharse. Se vistió y se despidió con un beso. Mientras salía del edificio cogió el móvil para hacer una llamada, “¿te apetece tomar un café?”- preguntó, “perfecto, en veinte minutos estoy ahí” y se dirigió a casa de otra amiga para charlar un rato con ella.