viernes, 18 de febrero de 2011

¿LO SOY?


Eso empezaba a gustarme, me excitaba poder lograrlo. Cuando pensé en este encuentro no se me había ocurrido esta otra posibilidad, pero ahora, metidos en situación, parecía una alternativa de lo más sugerente.

Los había conocido en una discoteca, uno de ellos se me había acercado en la pista para bailar conmigo. Se presentó y un par de bailes más tarde me susurró al oído. “Haría lo que fuese por pasar una noche con una mujer tan espectacular como tú”. Yo me reí, me gustaba que fuese tan directo y se me ocurrió una idea. “¿Lo que fuese?, ¿ves a ese chico con camisa blanca sentado en la barra?, ve y pídele que haga un trío con nosotros”. Me miró perplejo, no sabía si estaba hablando en serio o no, “vale, lo hago, pero si acepta yo sólo me enrollo contigo”- me contestó. Se dirigió a la barra y empezó a hablar con él. Ambos se giraron hacia donde yo estaba y se quedaron mirándome mientras charlaban. El de la camisa blanca se reía, seguramente porque creía que era una broma, el otro negaba con la cabeza y seguía hablándole, hasta que por fin los dos vinieron hacia mí. “Dice tu amigo que quieres hacer un trío”- me dijo. “¿Te atreves?” – le pregunté. Se me quedó mirando fijamente muy pensativo, “me atrevo” -me respondió finalmente. Nos fuimos los tres juntos a mi casa ya que era la que estaba más cerca y cuando llegamos los conduje directamente a mi dormitorio. Sin mediar palabra se acercó a mí el de la camisa blanca (llamémoslo Alex), me rodeó con sus brazos y, apretándome contra su cuerpo, me besó introduciendo su lengua en mi boca. Sus manos resbalaron por mi espalda deteniéndose en mi culo, lentamente me levantó el vestido hasta la cintura para acariciar mi piel suave y deslizó su mano por debajo del tanga recorriendo la estrecha tira entre mis piernas. Mientras tanto el otro (llamémoslo Javier) iba quitándose la ropa y acercándose poco a poco hasta colocarse justo detrás de mí. Me levantó el vestido por completo hasta quitármelo y lo tiró en el suelo. Apartó mi melena y empezó a besarme en el cuello dejando que sus manos acariciaran el resto de mi cuerpo. Me di la vuelta quedando frente a él, agarré su pene con una mano y empecé a acariciarlo mientras se iba poniendo duro. Alex me desabrochó el sujetador y me lo quitó, acarició mis pechos y bajó sus manos por mi vientre hasta llegar al tanga, metió su mano por debajo y acarició mi clítoris. Javier agarró mis pechos y los besó mientras los acariciaba y apretaba. Sentía su lengua sobre mis pezones, cálida y húmeda, moviéndose, rozándolos suavemente, chupándolos… Giré mi cabeza para besar a Alex mientras seguía con su mano en mi sexo, excitándome con sus caricias, recorriendo mis labios con sus dedos, introduciéndolos dentro de mí y moviéndolos rápidamente hasta llegar al orgasmo. Javier se sentó en el borde de la cama y me quitó el tanga completamente empapado. Me tumbé y me separó las piernas colocándose en medio. Miró mi sexo, húmedo y caliente y me penetró rápidamente, con fuerza, metiéndomela hasta el fondo. Con sus manos separaba mis piernas para ver cómo metía su pene dentro de mí y acariciaba el clítoris al mismo tiempo. Alex se desnudó y se puso de rodillas en la cama junto a mí. Girándome hacia él agarré su pene ya duro y lo metí en mi boca. Mientras Javier seguía embistiéndome y masturbándome yo chupaba el pene de Alex, lo lamía, lo besaba, acariciaba sus testículos suavemente con mi mano, jugueteando con ellos, excitándolo aún más. Su pene, duro y vibrante rozaba mis labios y mi lengua que notaban su excitación. La mano de Javier seguía estimulando mi clítoris y una ola de placer recorrió todo mi cuerpo al tiempo que sentía el sabor acre del semen de Alex que acababa de correrse en mi boca. Javier se tumbó y yo me coloqué encima de él con su pene en mi cara y mi sexo en la suya. Pasó toda su lengua lentamente saboreando cada rincón, cada pliegue, introduciéndola en mi vagina y bebiéndome. Yo lamí todo su pene que aún sabía a mí y empecé a chuparlo lentamente, Alex se quedó observando y acariciándome suavemente. Miraba atentamente cómo la chupaba, cómo acariciaba sus testículos y cómo se iba excitando. Deslicé suavemente un dedo húmedo por el perineo acariciándolo con cuidado, un fuerte gemido escapó de la garganta de Javier y su pene se endureció aún más. Seguí bajando lentamente, atenta a sus reacciones, acaricié su ano y volví a subir hasta los testículos. Separó más la piernas pidiéndome que continuara así que volví a acariciar su ano introduciendo muy suavemente mi dedo, despacio, sin hacerle daño. Cuando por fin lo introduje del todo empecé a moverlo provocándole un grito de placer. Miré a Alex y ahí fue cuando decidí probarlo. Cogí su mano y metí un dedo en mi boca mojándolo con mi saliva, lo acerqué al ano de Javier para que él siguiera mientras yo chupaba su pene. Javier no sabía que no era yo la que lo estaba haciendo, él seguía lamiéndome y disfrutando, dejando que su cuerpo experimentara ese intenso placer. Justo en el momento en que se corrió me aparté para que viera que no sólo yo era la causa de ese orgasmo, se sorprendió pero no dijo nada. Aunque parezca increíble su pene seguía duro, erecto y dispuesto a seguir, se notaba la intensa excitación en su mirada. Volví a ponerme encima de él e hice que me penetrara. Alex también se había excitado y se acercó a mí metiéndome su pene por detrás. Sentía a los dos dentro de mí, abriéndose paso hasta el fondo, poco a poco empecé a moverme, primero lentamente para ir acelerando el ritmo y aumentar el placer que cada vez era más intenso, los dos penes moviéndose, excitándome, penetrándome, apretándose dentro de mí, poseyéndome, mis músculos contrayéndose, mi cuerpo agitándose convulsionado, gotas de sudor deslizándose por mi piel y el clímax. Javier se incorporó y después de tumbarme continuó penetrándome. Estaba tan excitado que no le importó que Alex se fuese acercando a él por detrás ni que metiera su mano entre sus piernas subiendo hasta tocar sus testículos. Se detuvo y separó las piernas dejando que Alex continuase tocándolo, éste aprovechó para acercarse más y, separando sus glúteos le introdujo su pene. Los dos gimieron a un tiempo. Yo me aparté y me di la vuelta para poder chupársela mientras Alex continuaba penetrándolo. Su pene estaba increíblemente duro. Sus jadeos y sus gemidos se hacían cada vez más fuertes. Alex lo agarraba por las caderas atrayéndolo hacia él y yo aprovechaba su vaivén para chupársela. Los dos gemían de placer y soltaron un fuerte grito justo en el momento en que se corrieron, al mismo tiempo. Se tumbaron en la cama, extenuados, casi sin poder moverse y en el medio estaba yo, aún excitada por la experiencia que acababa de vivir. Seguro que alguno de los dos se quedaría pensando si sería gay.