
Yo sabía que ella siempre le había gustado desde el dia que se la presenté en aquella discoteca pero estaba segura de que nunca había pasado nada entre ellos. Llevábamos 7 años casados y dos saliendo juntos y no tenía ninguna duda respecto a su fidelidad, por eso había decidido hacerle un regalo de cumpleaños muy especial. Llevaba tiempo planeándolo, tanteando a mi amiga para ver si estaría dispuesta a hacerlo. Al principio no parecía estar muy convencida, decía que eso podría afectar a nuestra amistad y a mi matrimoio pero en ningún momento dijo que no quisiera así que sabía que tarde o temprano la convencería, sólo tenía que demostrarle que, pasara lo que pasara, no me enfadaría con ella. No me costó mucho lograrlo, aceptó mis condiciones y planeamos la sorpresa.
La noche de su cumpleaños le preparé una romántica cena para dos en casa. Cociné sus platos preferidos y me puse mi vestido más sexy. Todo estaba perfecto sólo quedaba esperar a que volviera del trabajo. No tardó mucho y cuando llegó a casa me encontró sentada en el sofá. Me levanté a saludarlo y exclamó "Caramba! estás espectacular!". Rodeé su cuello con mis brazos y lo besé, "feliz cumpleaños cariño". Pasamos al comedor y cenamos. se nos pasó el tiempo volando y cuando quise darme cuenta ya había llegado el momento, estaba un poco nerviosa, no sabía cómo iba a reaccionar ante mi "regalo" aunque confiaba en que le gustaría y tampoco sabía cómo iba a reaccionar yo, a veces las ideas pueden parecer muy buenas pero una vez que las llevas a la práctica dejan de serlo. Nos levantamos de la mesa, lo agarré de la mano y lo conduje a nuesro dormitorio. "Es aquí donde me vas a dar mi regalo?" -me preguntó. Le puse un dedo en los labios, "shhhh" y lo empujé hacia la cama. Lentamente fui quitándole la ropa, él intentaba besarme y acariciarme pero yo no le dejaba, cada vez que me abrazaba me apartaba y le quité cada prenda hasta dejarlo completamente desnudo. Se tumbó en la cama y salí de la habitación. Mientras cenábamos le había dado una perdida a mi amiga, era la señal, tenía que salir de su casa y venir a la mía, así, cuando todo estuviera listo, estaría esperando en su coche a que le abriera la puerta. Estaba guapísima, seguro que a él le gustaría, fuimos juntas a la habitación, abrí la puerta y entré. "Creí que te habías escapado"-me dijo, "fui a por tu regalo" -le contesté y dejé que ella entrara. Se sorprendió tanto que no sabía qué hacer ni qué decir y temí que no quisiera entrar en el juego, me tumbé a su lado y lo besé, "¿no quieres tu regalo?" -le pregunté, "si estás segura sí". Mi amiga se tumbó del otro lado y empezó a acariciarlo. Fue extraño verlo, no sentía celos pero era raro ver a otra acariciando a mi marido. Él la agarró del cuello y la besó, su mano fue bajando muy despacio por encima de su vestido hasta llegar a sus rodillas. Deslizó su mano por debajo de la ropa y fue subiendo rozando sus muslos hasta llegar a su tanga, ella separó las piernas permitiéndole acariciarla mientras seguían besándose. Le quitó el vestido y la ropa interior y se puso encima de ella. Besó el lóbulo de su oreja y bajó por su cuello hasta sus grandes y firmes pechos, los acarició haciendo que mi amiga gimiera de placer, eso lo excitó más aún, con la punta de la lengua jugueteó con sus pezones endurecidos por la excitación, los chupó y los mordió con suavidad, primero uno luego el otro. Continuó acariciándolos, besándolos, disfrutando con el placer que sentía ella, yo sabía que le gustaban los pechos grandes y ese era precisamente mi punto débil. Sin detenerse acarició su cuerpo descendiendo hasta su sexo ya húmedo y caliente, rozó con suavidad su clítoris y metió sus dedos dentro de su vagina. Ella se iba excitando más y más con cada penetración y con cada roce de la palma de la mano, Cuanto más se excitaba ella más rápido se movía él y cuanto más rápido se movía él más se excitaba ella. Sus jadeos y sus gemidos acompañaban el movimiento de su cadera, sus músculos se tensaban, su rostro se desencajó, cerró los ojos y dejó escapar un grito. Ella lo empujó tumbándolo boca arriba sobre la cama y se puso encima de él. Estaba muy excitado, su pene estaba erecto, duro y grande, ella sólo tuvo que agarrarlo y metérselo dentro.
Yo me quedé a un lado contemplándolos y empecé a sentirme incómoda, esa no había sido mi idea, no esperaba que se centrara sólo en ella, parecía gustarle mucho tanto que ni siquiera se acordaba de que yo estaba allí, temía que si me acercaba a ellos y lo acariciaba me apartase o me ignorase, estaba a punto de levantarme e irme cuando se giró hacia mí y me dijo que me acercase. "Quítate la ropa" -me pidió. Fui desnudándome mientras ella movía sus caderas excitándolo, él me miraba, observaba cómo mis dedos rozaban mi piel al quitarme cada prenda y alargó un brazo para acariciarme Me acerqué a él, lo besé y me puse encima permitiendo que me chupara y me lamiera el clítoris. Estaba frente a mi amiga, cara a cara, tan cerca que podía sentir su aliento sobre mi piel. Sus pechos se movían al ritmo de sus caderas, una gota de sudor resbalaba por su vientre hacia abajo, ella se inclinó hacia atrás dejándome ver cómo él la penetraba, se movía deslizándose de arriba abajo sobre su pene humedecido. Yo sentía su lengua moviéndose sobre mis labios, entrando en mi vagina, acariciando mi ano, introdujo sus dedos en el interior excitándome más, los sentía dentro de mí, moviéndose, penetrándome, el placer iba aumentando, sentía cómo me invadía y recorría mi cuerpo. Ella también sentía ese placer, podía ver cómo temblaban sus músculos por la tensión y oía sus jadeos y sus gemidos. Su cuerpo empapado en sudor se relajó y se tumbó en la cama, yo me coloqué entre las piernas de mi marido y agarré con una mano su pene, lo lamí desde la base hasta la punta deteniéndome allí, la acaricié con la lengua lentamente, como a él le gustaba, descendí besándolo, succionando con mis labios todo a lo largo, él gimió cuando yo introduje su pene en mi boca, mientras se lo chupaba mi amiga se acercó a él y empezó a acariciar y a besar su torso, chupó sus pezones y recorrió su tórax con la lengua hasta el ombligo. Yo acaricié sus testículos, los besé y los chupé, descendí acariciando con la lengua hasta su ano. Gritó de placer. Mi amiga agarró su pene y empezó a chupárselo, con su mano acompañaba los movimientos de la boca introduciendo el pene hasta el fondo. Yo continué lamiendo sus testículos y con mi dedo acariciaba su esfínter introduciéndoselo lentamente en su interior. Entre las dos empezamos a lamerle el pene, nuestras lenguas jugueteaban y lo acariciaban, en varias ocasiones se rozaron sin querer pero la excitación hacía que no nos importara, al contrario, nuestros labios estaban tan cerca que casi podía sentirlos, me sorprendí a mí misma deseando besarla. Mi marido nos contemplaba, le gustaba mirar mientras se la chupábamos pero sobre todo le gustaba vernos tan cerca la una de la otra, se excitaba cada vez que nuestras lenguas se tocaban, "Besaros" -nos pidió. Mi amiga y yo nos miramos, no sabía si hacerlo pero ella se acercó a mí y puso sus labios sobre los míos. Eran suaves y tiernos y sus besos eran dulces y delicados, yo le correspondí y los acaricié con mi lengua introduciéndola suavemente en su boca. Me acerqué a ella y me tumbé a su lado, seguimos besándonos y empezamos a acariciarnos tímidamente. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando me la acarició, pegué mi cuerpo al suyo, sentía sus pechos contra los míos, su pierna entre mis piernas, su piel caliente rozando la mía y me gustaba, me excitaba sentirla, besarla, que me besara. Las manos recorrieron nuestros cuerpos, explorando cada rincón, dejándonos llevar por esas nuevas sensaciones, me detuve entre sus muslos, acariciando sus labios húmedos y su clítoris haciendo que se estremeciera. Ella también me acarició. Nuestros dedos se movían excitándonos, los metimos dentro de nuestros cuerpos, podía sentir su calor y su humedad, nuestros jadeos aumentaban de intensidad con cada penetración y nuestras caderas se movían buscando más placer. Mi marido miraba atento cómo nos masturbábamos, se excitaba observando cómo nos dábamos mutuamente placer, contemplaba nuestras manos moviéndose cada vez más rápido y esperó a que acabáramos entre gemidos y gritos. Entonces me giró poniéndome boca abajo y me agarró por las caderas levantándomelas y acercándolas a él. Separó mis glúteos con las dos manos y puso su pene en el ano para introducirlo lentamente. Lo busqué acercándome a él haciendo que me penetrara más, metiéndolo hasta el fondo, como a mí me gustaba. Mi amiga se puso debajo de mí, colocando su sexo cerca de mi cara. Podía olerlo, veía sus labios húmedos, encarnados y calientes deseando ser tocados. Me aproximé y con mi lengua los acaricié suavemente esperando a ver su reacción, ella se acercó a mí para que continuara y lo hice, volví a acariciarla pero esta vez más profundamente, pasé toda mi lengua por su sexo muy despacio notando su sabor salado. Mientras él me penetraba yo lamía y chupaba su clítoris y sus labios. Los tres gemiamos y jadeábamos, nuestra respiración era entrecortada y nuestros corazones latían con fuerza. El sudor empapaba mi espalda haciendo que se pegara a ella mi pelo. Aumentaba el placer, los tres nos dejamos llevar por una pasión sin freno, la excitación, los besos, las caricias, el sudor, el olor, los sonidos, el calor, el deseo, todo nos envolvía y nos llevó a un intenso placer que sacudió nuestros cuerpos y detuvo nuestra respiración. Los tres nos tumbamos en la cama sintiendo cómo ese placer se iba apagando poco a poco, relajándonos y recuperando la respiración. Abracé a mi marido, lo miré a los ojos y le sonreí, no me hacía falta preguntarle si le había gustado el regalo, su cara lo decía todo. Me besó y me dijo "eres la esposa que todo hombre desearía". Permanecimos así un largo rato hasta que mi amiga se vistió y se fue a su casa.