Bajé del coche y me dieron la bienvenida. Dentro de la casa estaban los otros. Pedro era el más guapo de todos, se notaba que debía pasar muchas horas en el gimnasio. Llevaba una camiseta ajustada que marcaba unos pectorales bien definidos y que dejaba ver unos biceps bien desarrollados. Tenía unos ojos verdes impresionantes rodeados de unas espesas pestañas negras que los resaltaban. Pero cinco minutos hablando con él bastaron para descubrir que tenía el mismo defecto que todos los que son como él, era un creído, sabía que era guapo y que gustaba a las mujeres, parecía que te estaba haciendo un favor tan solo con su presencia y no hay nada que me guste menos en un hombre que eso, pero a él sí parecí gustarle yo y no tuvo ningún reparo en flirtear conmigo delante de su novia. Nico, el marido de Anabel, era moreno, alto, delgado, con cara de niño, mirada dulce y sonrisa tierna, un encanto incluso en el trato.
El plan en principio era bajar a la playa todos juntos en cuanto yo llegara, pero por lo visto se habían dado cuenta de que no les quedaban muchas provisiones así que se iban a ir de compras. Laura me dijo que me quedara y aprovechara la tarde, su marido también se iba a quedar, sólo querían llevar un coche y los seis no podían ir, y así me hacía compañía, cuando Pedro oyó que yo me quedaba también se apuntó a hacerme compañía pero Marta lo agarró del brazo y le dijo que de eso nada que se iba con ella de compras. En cambio, Anabel le dijo a su marido que si prefería quedarse en la playa que se quedara. Así que al final nos fuimos Juan, Nico y yo a tomar el sol y estuvimos toda la tarde tirados en la arena charlando tranquilamente. Decididamente Nico era un encanto, divertido, inteligente y buen conversador, los dos teníamos intereses en común, nos gustaban las mismas películas, las mismas novelas, era el primero que conocía al que también le gustara la ópera, nunca había conseguido que Dani viniera conmigo a una representación, su excusa era que si no entendía lo que decían para qué ir y el mismo problema tenía Nico con Anabel. Nos entendimos a la perfección desde el principio, me di cuenta en seguida que había química y él también lo notó. Las horas pasaron rápidamente hasta que llegaron las provisiones y entre todos nos dispusimos a hacer la cena, nada sofisticado, algo ligerito que con el calor que hacía no apetecía comer. Parecían un grupo muy bienavenido, se notaba que llevaban tiempo compartiendo las vacaciones, los que chocaban más eran Pedro y Marta, ella era muy celosa y posesiva y él todo un seductor, un cóctel explosivo. Por lo que me habían contado Juan y Nico en la playa ella lo ataba corto pero él conseguía engañarla igualmente.
Cuando acabamos de cenar recogimos todo y, mientras las chicas nos quedamos hablando en la cocina, los chicos se fueron para la sala. Pronto me aburrí de estar con ellas, siempre he preferido la compañía de los hombres, quizás me resultan más interesantes porque no los conozco tan bien como a las mujeres, así que me fui a la sala, les pregunté si molestaba y como dijeron que no me senté en el sofá con ellos. Al principio supongo que se sintieron un poco cohibidos pero después de unos minutos se relajaron y empezamos a charlar animadamente, no sé por qué pero en esas situaciones las conversaciones siempre acababan derivando poco a poco hacia el tema estrella, el sexo, y ésta era una situación ideal, tres hombres, unas cervezas, la noche, el calor... empezaron con inocentes comentarios y bromas tanteando el terreno y cuando vieron que yo no me molestaba fueron dándole un giro más personal. Pedro parecía muy interesado en mis gustos, quería conocer mis fantasías sexuales y cuáles había hecho realidad, supongo que Marta oyó parte de la conversación porque no tardó mucho en salir de la cocina para sentarse a su lado y enseguida se unieron Laura y Anabel. Llevábamos un buen rato hablando cuando Nico propuso un juego, cada uno tenía que decir las zonas erógenas de su pareja y darle una puntuación del 1 al 10 en función de lo erógena que era y ver si había acertado. El juego parecía entretenido salvo por un detalle, yo no tenía pareja que adivinara mis zonas erógenas, pero a los chicos se les ocurrió que podían intentar adivinarlas ellos. Pasamos un rato divertido, sobre todo cuando no se ponían de acuerdo las propias parejas, incluso las que llevaban años juntos acababan discutiendo sobre si le gustaba o no que le besara en tal o cual zona. El jueguecito estaba caldeando el ambiente y empezaron los cuchicheos y las risitas. Anabel y Nico fueron los primeros en irse, querían ir a dar una vuelta por la playa antes de ir a dormir. Pedro y Marta se fueron directamente a la habitación y Laura y Juan se quedaron haciéndome compañía, yo sabía que esaban desando quedarse a solas y les dije que estaba muy cansada y que quería ir a dormir. Lentamente me dirigí hacia mi habitación, en realidad no tenía ganas de dormir, odiaba ese momento del día, cuando tenía que acostarme, ver la cama vacía, desnudarme sola, sin nadie con quien hablar, sin nadie que me diera un beso, un abrazo, que me acariciara, me hacía ser consciente de lo mucho que echaba de menos a Dani. Cerré la puerta y el silencio invadió la habitación, allí en medio estaba la cama, nunca me había dado cuenta de lo grande y fría que podía llegar a ser una cama vacía. Me metí debajo de las sábanas y cerré los ojos para no pensar. El silencio era atronador, de repente empezaron a oirse unas risas y unos cuchicheos que pronto se convirtieron en gemidos y jadeos, provenían de la habitación de al lado, donde dormían Pedro y Marta. Mi soledad fue todavía más dolorosa. Empecé a pensar en Dani, deseaba que estuviera allí, que llamara a la puerta, que me dijera que me echaba de menos y que quería volver conmigo. Imaginé que se metía en la cama, que me decía que me quería y que me besaba. Mis manos recorrieron mi cuerpo como si fueran las suyas, rocé mi piel con la punta de mis dedos, acaricié mis pechos sintiendo cómo se endurecían mis pezones. Recordé sus besos cálidos sobre mi piel, incluso podía sentir su aliento en mi cuello. Mis manos se deslizaron hacia mi sexo, estaa húmedo y caliente. Sentí cómo su lengua acariciaba mis labios hacia el clítoris y me estremecí, mis dedos empezaron a moverse en círculos excitándome cada vez más, me imaginaba su cabeza entre mis piernas rozándome los muslos con su pelo, acariciándome el vientre con sus manos, subiendo hasta mis pechos, pellizcando suavemente los pezones. Mi mano se movía cada vez más rápido, de arriba abajo, en círculos y de nuevo de arriba abajo, mis dedos resbalaban por los labios completamente húmedos por el placer, mis músculos se tensaron mientras dejaba que el orgasmo recorriera todo mi cuerpo, ahogué mis gemidos con el dorso de la mano y, esperé a que mi corazón latiera a su ritmo normal. El silencio volvió a la habitación, me giré, me abracé a la almohada y rompí a llorar.
Cuando me desperté ya eran las once, habían dejado una nota en la cocina diciéndome que estaban en la playa y que bajara cuando quisiera. Me tomé algo rapidito y me uní a ellos. Cuando llegué las chicas estaban jugando a las palas y ellos nadando, yo cogí un libro y me tumbé un rato a leer y a tomar el sol. La mañana transcurrió tranquila entre la arena y el agua, un rato con unos, otro rato con otros sólo abandonamos la playa para ir a comer, ellos volvieron enseguida pero para mí blanca piel era un poco pronto así que les dije que si no les importaba me quedaría un poco más en la casa leyendo tranquilamente y que después me uniría a ellos. La casa se quedó en silencio cuando se fueron. yo me tumbé en cama intentando acabar la novela. Hacía mucho calor y me levanté para ir a buscar un vaso de agua a la cocina. Estaba lavando el vaso en el fregadero cuando de pronto alguien me agarró por detrás tapándome la boca para que no gritara. Me asusté, intenté librarme de sus brazos pero era demasiado fuerte para mí. Empezó a acariciarme y a besarme el cuello. No sé cómo explicar lo que me sucedió, de pronto dejé de tener miedo y fui tranquilizándome poco a poco, me sentía segura y dejé de resistirme. Metió su mano por debajo de mi pareo acariciándome los pechos por encima del bikini. Me destapó la boca y no grité, sentía su pecho contra mi espalda y su duro pene apretado contra mi culo. Intenté darme la vuelta pero no me dejó, deslizó la otra mano por encima de mi vientre, sentí cómo se humedecía la parte de abajo del bikini y siguió descendiendo para detenerse entre mis muslos. Un gemido escapó de mi garganta, cuánto deseaba sentir el calor de un cuerpo pegado al mío! quería que siguiera, que me acariciara, que me besara y que me penetrara. Apartó el bikini e introdujo un dedo en mi vagina acariciando sus paredes, metió otro mientras con la palma de la mano rozaba el clítoris. Los introdujo más adentro, al principio los metía y sacaba lentamente y poco a poco fue aumentando el ritmo. Acariciaba mi clítoris y mi vagina al mismo tiempo, mis caderas se movían buscando sus dedos, metiéndolos más adentro, aumentando el placer y la excitación. Me bajó el bikini, separó mis piernas e introdujo su pene erecto en mi vagina de forma brusca. "Oh, sí! fóllame!" exclamé. Sentía su respiración en mi oreja, podía oir sus jadeos mientras me penetraba, mis gemidos se hacían más intensos convirtiéndose casi en gritos de placer. Mis piernas se tensaron y temblaban, cada embestida aumentaba mi excitación, mi cuerpo se agitó por el intenso orgasmo. Él se apartó ligeramente pero yo deseaba más, quería que siguiera. Separó mis nalgas y puso la punta de su pene en mi culo. Empujó lentamente hasta meterlo todo, se inclinó sobre mí y mientras me penetraba acarició con su mano mi clítoris e introdujo sus dedos en mi vagina. Nuestros cuerpos se movían frenéticamente, al mismo ritmo, dejándose llevar por el placer. Los jadeos y gemidos se sucedían, gotas de sudor resbalaban por mi esplada y mis muslos estaban empapados. Sus dedos no se detuvieron hasta que nuestros cuerpos dejaron de estremecerse. Se separó de mí y se alejó, yo quería girarme para saber quién era pero algo me lo impidió. Me quedé un rato en la cocina esperando y descansando. Cuando me dirigí a la puerta de la casa para salir me di cuenta de que estaba cerrada con llave, la única persona que podía haber entrado y salido tenía que tener las llaves de la casa.